La Quinta República Neoliberal en Argentina: la
barbarie como tesis, el pensamiento nacional como antítesis
Carlos Merenson[*]
Resumen
Este
documento presenta un análisis crítico del neoliberalismo en Argentina,
centrándose en la figura de Javier Milei y su propuesta de un neoliberalismo
extremo encarnado en el anarcocapitalista. Se presentan los argumentos
desplegados por Milei para mostrarse como alternativa política. Al radicalizar
los principios neoliberales y pretender eliminar el Estado, se muestra como las
propuestas de Milei representan una amenaza para la justicia social y la
sostenibilidad ecológica, al punto de conducir a un estado de "barbarie
ecosocial". Se propone como alternativa profundizar en el Pensamiento
Nacional, con la inclusión de la dimensión ecológica a partir de lo cual se
explora el legado ecológico de Perón, que ya advertía sobre los peligros del
agotamiento de los recursos y la insostenibilidad ambiental. El texto propone
un camino alternativo basado en la justicia social, la independencia económica,
la soberanía política y la sostenibilidad ambiental, impulsando un nuevo pacto
social que priorice la fraternidad, el cuidado de la casa común y la justicia social.
Se analiza críticamente al neodesarrollismo, cuestionando su enfoque
productivista y la subestimación de los límites naturales y se destaca la
importancia de la Ecología Política para ayudar a la transición hacia una
sociabilidad convivencial y un desarrollo verdaderamente sostenible. Finalmente
se formula un llamado a la acción que busca movilizar a la sociedad para
construir un futuro diferente, alejado de la "barbarie ecosocial" que
se avecina.
Entre
los principales temas e ideas contenidas en este documento se pueden mencionar:
1.
El neoliberalismo en Argentina: Se repasa el historial de fracasos de gobiernos
neoliberales en Argentina desde 1976, contextualizando el ascenso de Milei y su
anarcocapitalismo. Se establece una distinción entre el neoliberalismo
tradicional, que aboga por un Estado reducido, y el anarcocapitalismo que busca
su total desaparición.
2.
Crítica a Milei y su modelo anarcocapitalista: Se cuestiona la viabilidad de un
modelo que prescinde del Estado para la provisión de seguridad, justicia e
infraestructura, basándose en empresas privadas o acuerdos voluntarios. Se
critica la lucha de Milei contra la "casta", argumentando que su
enfoque simplifica la complejidad de la política y no ofrece soluciones reales
a los problemas del país. Se denuncia la incompatibilidad del modelo de Milei
con la justicia social y la sostenibilidad ecológica, señalando su negacionismo
ambiental y sus efectos destructivos.
3.
El Pensamiento Nacional como alternativa: Se presenta el Pensamiento Nacional
como la antítesis de la "sinrazón neoliberal-libertaria", destacando
su trayectoria histórica en la búsqueda de un proyecto autónomo para Argentina.
Se enfatiza la importancia de defender el patrimonio natural del país frente a
la "economía de rapiña" impuesta por los países centrales. Se citan
figuras clave del Pensamiento Nacional como el General Mosconi, Arturo
Jauretche y el General Perón, quienes abogaron por la defensa y el uso racional
de los recursos naturales para el bienestar del pueblo argentino.
4.
Limitaciones del neodesarrollismo y la importancia de la Ecología Política: Se
analiza la evolución del desarrollismo, desde el clásico al neodesarrollismo,
señalando sus limitaciones en el contexto actual, particularmente la
transformación en "crecimientismo" y la ignorancia de la
contradicción entre capital y naturaleza. Se critican cuatro axiomas del
neodesarrollismo que subvaloran la dimensión ambiental: la fe ciega en la
tecnología, la creencia en los recursos naturales como palanca para el desarrollo,
la confianza en la capacidad del Estado y la ley para resolver los problemas
ambientales y la idea de una economía libre de límites biofísicos. Se propone
la Ecología Política como punto de referencia para una transición hacia una
organización socioeconómica radicalmente diferente, basada en una "razón
ecosocial" que rompa con las falacias desarrollistas y alimente nuevas
teorías de la sociedad.
5.
La síntesis ecosocial como camino viable: Se plantea la síntesis ecosocial como
respuesta a las crisis actuales en Argentina, buscando un equilibrio entre
desarrollo económico, justicia social y sostenibilidad. Se propone una
transición justa hacia una economía menos dependiente del extractivismo, con
políticas de soberanía alimentaria, fomento de industrias limpias y adopción de
energías renovables. Se destaca la importancia de superar los obstáculos que
presentarán los sectores beneficiados del modelo neoliberal, mediante la
movilización social, las alianzas políticas y un cambio cultural.
6.
Urgente llamado a la acción: Se concluye con un llamado a la acción para
construir un movimiento que promueva un nuevo pacto social basado en la
fraternidad, la justicia social y el cuidado de la casa común, para garantizar
la supervivencia y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
Milei: Neoliberalismo extremo en Argentina
El neoliberalismo no es nuevo en la historia de
Argentina. Desde 1976, cinco gobiernos han adoptado políticas basadas en el
libre mercado, la reducción del Estado, la apertura comercial y la
desregulación. Cuatro de estos gobiernos fracasaron,[2] y hoy presenciamos un
quinto intento bajo Javier Milei y su anarcocapitalismo, una versión extrema
del neoliberalismo, caracterizada por llevar al máximo los principios
fundamentales de desregulación, privatización y minimización del Estado. Así,
por ejemplo, a diferencia del neoliberalismo, que reconoce la necesidad de un
Estado limitado para garantizar ciertos derechos y servicios básicos, el
anarcocapitalismo busca eliminar completamente la intervención estatal,
confiando exclusivamente en el mercado y en las relaciones contractuales entre
individuos como única forma legítima de organización social.
Mientras economistas como Milton Friedman y
Friedrich Hayek proponían reducir el Estado, teóricos como Murray Rothbard y
David Friedman abogan por su eliminación, postura que Milei ha adoptado
explícitamente. En una entrevista con The Free Press, afirmó: "Amo
ser el topo dentro del Estado, yo soy el que lo destruye desde adentro".
El anarcocapitalismo lleva la idea de minimizar la
intervención estatal al extremo al abogar por la abolición total del Estado,
argumentando que todas las funciones del gobierno (seguridad, justicia,
infraestructura, etc.) deben ser privatizadas y gestionadas por actores del
mercado. En lugar de un Estado que establezca regulaciones básicas y derechos
mínimos, como en el neoliberalismo, el anarcocapitalismo confía plenamente en
que las interacciones privadas entre individuos y empresas, en un mercado
completamente libre, resolverán cualquier necesidad social o económica.
Mientras que el neoliberalismo impulsa la
privatización de muchas industrias y servicios estatales, como la educación, la
salud o los recursos naturales, el anarcocapitalismo extiende esta
privatización a todos los aspectos de la vida pública. No solo busca privatizar
sectores clave, sino también la justicia, la seguridad, la moneda, y hasta la
emisión de leyes, dejando todos estos ámbitos bajo el control de empresas
privadas o acuerdos voluntarios entre individuos.
Por ejemplo, en un sistema anarcocapitalista, no
existiría un sistema judicial o de policía financiado por el Estado; en su
lugar, cada individuo contrataría servicios de seguridad privados y podría
resolver disputas mediante tribunales privados.
El neoliberalismo, aunque busca reducir el tamaño y
la intervención del Estado en la economía, reconoce en cierta medida la
necesidad de instituciones estatales para garantizar la propiedad privada y los
contratos. El anarcocapitalismo, en cambio, considera que el Estado es
inherentemente coercitivo y opresivo, por lo que su existencia es innecesaria y
perjudicial. Aboga por su eliminación total, ya que sostiene que el libre
mercado es capaz de autoorganizarse sin ninguna necesidad de intervención pública.
Esta visión extremista surge de una interpretación radical de la libertad
individual, donde cualquier forma de imposición estatal (impuestos,
regulaciones, leyes) es vista como una violación de los derechos de propiedad.
El neoliberalismo generalmente minimiza las
políticas redistributivas, favoreciendo que las oportunidades económicas estén
determinadas por el mercado. Sin embargo, en la práctica, muchos gobiernos
neoliberales mantienen programas mínimos de bienestar social. El
anarcocapitalismo, al prescindir del Estado, elimina cualquier tipo de
redistribución de la riqueza, basándose en la idea de que cada individuo debe
ser responsable de su propio bienestar y que cualquier redistribución es una
forma de robo. Esto lo lleva a un extremo radical donde no existe la noción de
derechos sociales garantizados, ya que todas las interacciones son vistas como
contratos voluntarios entre individuos.
En el neoliberalismo, la propiedad privada es
central, pero suele existir un marco regulatorio que impide abusos extremos o
monopolios que puedan surgir en el mercado. El anarcocapitalismo propone una
defensa aún más rígida de la propiedad privada, sin límites establecidos por el
Estado, lo que puede permitir la creación de monopolios o conglomerados sin
ningún tipo de control regulatorio. La idea es que, en un sistema de mercado
completamente libre, cualquier intento de regular o redistribuir la propiedad por
parte de un Estado sería ilegítimo.
Mientras que en el neoliberalismo se debate la
provisión de ciertos bienes públicos (como defensa nacional, infraestructura
básica, etc.), el anarcocapitalismo rechaza completamente la existencia de
bienes públicos. Bajo este sistema, incluso servicios como carreteras, parques
o la gestión del agua serían privatizados y estarían sujetos a las reglas del
mercado. Esto representa un contraste con el neoliberalismo, que al menos
permite la existencia de bienes públicos limitados, reconociendo que algunos
servicios son difíciles de proveer exclusivamente a través del mercado.
En un sistema neoliberal, a pesar de sus
deficiencias, suelen existir instituciones que median en los conflictos
sociales y ambientales. El anarcocapitalismo, al no contemplar la existencia de
un Estado, tiende a subestimar o ignorar la importancia de estos conflictos,
confiando ciegamente en que los acuerdos privados resolverán cualquier
problema, incluso en cuestiones de justicia social o protección ambiental. Esto
podría derivar en mayores niveles de desigualdad y explotación, ya que las
fuerzas más poderosas en el mercado podrían dominar sin restricciones.
Desde
el siglo XVIII, la metáfora de la “mano invisible” acuñada por Adam Smith en
su Teoría de los Sentimientos Morales explica la confianza en el
mercado para guiar la toma de decisiones, contra la planificación centralizada.
Sin embargo, la premisa que nos ocupa aquí no es el mercado como uno de los
mecanismos para la asignación de recursos, sino más bien su consideración como
herramienta que deriva en un “modelo económico único”, aplicable a toda
circunstancia. Tal es el caso de Milei cuya postura
va más allá de la confianza: exige de manera intransigente la creencia en que
el mercado es la respuesta universal, el "Modelo Económico Único"
aplicable a cualquier circunstancia y lugar. Así, la economía se convierte en
un fundamentalismo, del que Milei y la escuela austriaca, en la que se inspira,
son claros exponentes.
Para Milei, el mercado es el escenario social
perfecto siempre que esté libre de regulaciones o interferencias estatales y
funcione sobre la base de acuerdos voluntarios entre individuos, orientados por
intereses particulares y sin atender a objetivos colectivos. De esta manera,
las relaciones sociales se reducen a relaciones de mercado, y la sociedad deja
de ser una categoría con características propias para transformarse en un
agregado de individuos, cada uno persiguiendo sus propios fines. Los derechos personales
se subordinan a los "derechos del mercado", y la libertad se redefine
como ausencia de coerción, centrada sobre todo en la libertad de comprar y
vender. Milei sostiene que es en el mercado donde se materializa la libertad
personal y, por lo tanto, debe protegerse de cualquier intervención,
especialmente la estatal.
Pero como la única verdad
es la realidad, casi todo no puede ser entendido como un mercado y los mercados
no siempre optimizan los resultados.
En el
mundo real, el funcionamiento de la economía se desarrolla -como subsistema-
dentro del sistema mayor de la ecósfera, el mercado -que no es más que una
parte de la economía- no puede imponer su modo de funcionamiento, su lógica, al
resto de los niveles. Kuttner afirma que:
Hay en el centro de la celebración de los mercados una tautología
implacable. Si comenzamos, por supuesto, con la premisa de que casi todo puede
ser entendido como un mercado y que los mercados optimizan los resultados,
entonces todo lo demás lleva de nuevo a la misma conclusión: ¡comercializar!
(…) En caso de que alguna actividad humana no se comporte, de hecho, como un
mercado eficiente, debe ser el resultado de alguna interferencia que debería
eliminarse o de una obstinada negativa humana a apreciar los mercados. No puede
ser que la teoría no especifique con precisión cómo funciona el comportamiento
humano.[3]
Con Milei, estamos ante un intento inédito de
instaurar un modelo anarcocapitalista en Argentina, que podría entenderse como
una fase superior del neoliberalismo, o un capitalismo en estado puro.
El
intento de Milei no solo es inédito sino también anacrónico en tanto muestra un
atraso de dos siglos. Parafraseando a Perón en La Hora de los Pueblos se
puede afirmar que cuando el liberalismo -en cualquiera de sus variantes- ha
mostrado su incapacidad para abordar adecuadamente las crisis económicas y
sociales actuales, Milei pretende presentarlo como de palpitante actualidad. El
liberalismo decimonónico y sus herederos han sido superados por la evolución y tanto
Milei como sus más conspicuos seguidores declaman todavía en el lenguaje del
siglo XIX, pretendiendo atarnos a su atraso, imponiéndonos las caducas formas
en que, por ignorancia, todavía creen.
Principios en pugna
Oponiendo los valores y principios
anarcocapitalistas a aquellos que resultan fundamentales en la doctrina
justicialista -especialmente en su vertiente kirchnerista- que considera la
máxima expresión del populismo en Argentina, Milei ha desarrollado su antítesis
ideológica. Esta confrontación no solo destaca las diferencias en sus enfoques
económicos y sociales, sino que también refleja una crítica profunda hacia el
modelo de gobierno que representa el kirchnerismo, enfatizando la necesidad de
una alternativa que proponga un cambio radical en la dirección política y económica del país. (VER
ANEXO)
Con
los argumentos libertarios Milei se construye como antítesis, no solo del kirchnerismo
sino de todas las formas de populismo y de la casta, afirmando que:
Hemos logrado construir esta
alternativa competitiva que no solo dará fin al kirchnerismo, sino que además
dará fin a la casta política parasitaria, chorra e inútil que hunde a este país…Estamos
frente al fin del modelo de la casta, ese modelo basado en esa atrocidad que
dice que donde hay una necesidad nace un derecho, pero se olvida que ese
derecho alguien lo tiene que pagar. Su máxima expresión es esa aberración
llamada justicia social, que es injusta porque implica un trato desigual frente
a la ley, pero además está precedida de un robo…Somos el vehículo idóneo no
solo para terminar de sepultar el kirchnerismo, sino que somos los únicos que
estamos en condiciones de sacar a la Argentina adelante.
El
pragmatismo de Milei
Milei ha identificado a la "casta",
compuesta por políticos y funcionarios, como el enemigo del progreso, la
libertad y la eficiencia económica. Según él, esta élite se ha apropiado del
poder para su beneficio personal, utilizando el Estado en detrimento de la
población. Para Milei, la "casta" es responsable de la corrupción,
los privilegios y el clientelismo.
Para combatirla, propone reducir el tamaño del
Estado, eliminando ministerios, recortando programas sociales y privatizando
empresas públicas que, según él, están plagadas de corrupción. También busca
limitar el financiamiento público de partidos políticos y reducir el poder de
los sindicatos, a los que considera parte de esta "casta".
Al asumir el gobierno y a pesar de su vehemente e
intransigente retórica, Milei ha adoptado un enfoque pragmático incorporando a
su gobierno a algunos conspicuos integrantes de la “casta”, como así también y
pese a sus diferencias ideológicas, ha compartido fórmula con Victoria
Villarruel cuya postura la identifica con el liberalismo clásico, el
conservadurismo y el nacionalismo, todas posturas poco afines al pensamiento
libertario; como así también Milei ha concretado una alianza estratégica con sectores
neoliberales del macrismo y alianzas circunstanciales con dirigentes del radicalismo
cambiemita e incluso, del peronismo crítico del kirchnerismo.
¿Por qué el modelo que promueve la alianza
neoliberal-libertaria en Argentina conduce a una "barbarie
ecosocial"?
Serge
Latouche afirma que:
…la economía capitalista podría
seguir funcionando en una situación de enorme escasez de recursos naturales, de
cambio climático y de hundimiento de la biodiversidad, etc. …Las empresas (por
lo menos, algunas de ellas) podrían seguir creciendo y ver cómo se incrementan
sus cifras de negocios mientras hambrunas, pandemias y guerras exterminan a
nueve décimas partes de la humanidad. Los recursos, cada vez más escasos,
aumentarían desproporcionadamente de valor. La escasez de petróleo no menoscaba
la salud de la compañías petroleras, bien al contrario…En una economía de
escasez, el consumo disminuiría mientras que el valor de los productos
continuaría aumentando. El capitalismo recuperaría su lógica original: crecer a
expensas de la sociedad. Sería la barbarie.
Un
estado de "barbarie ecosocial" es la situación en la que, bajo la
lógica de un mercado absolutamente libre, se degradan las bases sociales,
culturales y ambientales que sostienen la vida en comunidad. En este escenario,
el afán desmedido de lucro, sin regulaciones ni principios de justicia social o
límites ecológicos, provoca la sobreexplotación de recursos naturales y la
mercantilización extrema de los derechos y relaciones humanas.
Este
estado se caracteriza por una erosión de los vínculos colectivos, el aumento
desmedido de la desigualdad y una creciente inseguridad en cuanto a la
disponibilidad de recursos esenciales. Las interacciones se limitan a
transacciones mercantiles, lo cual deshumaniza las relaciones y debilita los
lazos sociales, transformando a las personas en simples competidores o
consumidores. Ambientalmente, la falta de límites y el crecimiento desmedido
llevan al agotamiento de los ecosistemas, incrementando el riesgo de crisis
climáticas y ecológicas que ponen en peligro la supervivencia de la especie
humana y la estabilidad de la biosfera.
La
alianza neoliberal-libertaria nos propone vivir bajo estas lógicas del mercado,
lógicas que desencadena profundas transformaciones en las matrices culturales y
políticas, motivando una reorganización economicista de la vida, una
reorganización que, como lo describe Stuart Chase consiste dejar que la
demanda y la oferta trabajen sin freno; estimular el individualismo, no tolerar
la interferencia de la legislación laboral y explotar al máximo la fuerza
laboral; usar todos los recursos y fuerzas del gobierno, pero no tolerar interferencia
alguna del mismo.[4] El
resultado: mercantilización de todos los ámbitos de la vida natural y social;
liquidación del capital natural (cuyos recursos y servicios no solo hacen
posible la actividad económica, sino que hacen posible la vida misma) y un
imparable proceso de concentración de la riqueza con secuelas de pobreza y
exclusión. Todo lo cual constituye un estado de barbarie ecosocial.
El
mercado absolutamente desregulado, parafraseando a Magdoff,[5] no tiene otra fuerza
motriz, otro objetivo que no sea la acumulación de cantidades cada vez mayores
de capital infringiendo en tal proceso de infinita acumulación daños tanto a
los humanos como a la biosfera y a los sistemas de soporte vital necesarios
para la humanidad y otras especies. Paralelamente, la concentración de capital crea
una gran desigualdad de ingresos, riqueza y poder en la sociedad.
La
precariedad laboral, es una consecuencia inevitable de la lógica de un mercado absolutamente
desregulado en tanto los trabajadores solo debe encontrarse disponibles durante
las fases de crecimiento económico, mientras que deben ser fácilmente
despedidos cuando no son necesarios en los negocios.
Un
mercado absolutamente desregulado patrocina y recompensa aquellas
características humanas particulares que son útiles para prosperar o
simplemente para existir en una sociedad tan competitiva, posesiva e
individualista tales como egoísmo, individualismo, competición, avaricia,
explotación de otros, consumismo, a la par que no permite la plena expresión de
aquellas características humanas necesarias para una sociedad armoniosa como la
cooperación, el compartir, la empatía y el altruismo.
Como
lo afirma Alain Lipietz:
Una sociedad sin proyecto político,
dejada a las simples fuerzas del mercado…no puede sino conducir a un
crecimiento de las desigualdades y la multiplicación de las crisis
ecológicas. [6]
El
estado de barbarie al que conduce la lógica y el fundamentalismo de mercado queda
muy bien descripta por Heilbroner cuando en septiembre de 1993, en una
nota publicada por New York Times Review sostenía que el sistema de
mercado no puede ser interpretado como una licencia para que cada propietario
haga lo que quiera con su propiedad, ni para hacer negocios que sean exitosos
por cualquier medio, ejemplificando con la única industria que no reconoce
límites o reglas que es el narcotráfico, en la que el mercado actúa de acuerdo
con lo que Thomas Hobbes llamaba la guerra contra el otro y describía la vida
en esas condiciones como detestable, brutal y corta. Heilbroner afirma que:
Tal como los economistas nunca se
cansan de decirnos, el mercado es un medio maravilloso para coordinar las
actividades económicas, pero tal como nos dicen con menos frecuencia, compra
sus triunfos al precio del descuido social e incluso de la destrucción.
Descuido, porque el mercado tiene buen oído para las necesidades privadas, pero
es sordo a las necesidades públicas; la destrucción ocasional, porque el
mercado no tiene manera de juzgar las consecuencias de su sordera. Así el
mercado nos brinda magníficas metrópolis cuyo aire no se puede respirar, un
menú de entretenimientos por televisión preparados para el mínimo común
denominador de nuestra cultura, una distribución de ingresos según ocupaciones
y escalas que violentan nuestro sentido de la dignidad.
El anarcocapitalismo que impulsa
Milei se caracteriza por su fundamentalismo de mercado; su base teórica
monetarista, y su promesa/slogan de la esperanza del acceso colectivo a la
aldea global de la prosperidad y el bienestar.
Tras la caída del Muro de Berlín,
como argumenta Paco Puche,[7]
comenzó una etapa inédita para el capitalismo neoliberal: un laboratorio en el
que se podían probar los supuestos y teorías de un modelo basado en el
"libre" mercado, el Estado mínimo y el equilibrio general garantizado
por una "mano invisible." Este sistema, orientado a maximizarlo todo
(beneficios, utilidades, producción...) a través del afán individual, se
presentaba como la fórmula ideal para lograr el bienestar general y universal.
Sin embargo, como señala Puche, el “libre” mercado ha revelado tres efectos
letales que lo aproximan a un estado de barbarie ecosocial:
·
El Efecto Tánatos, la "pulsión de muerte"
identificada por Freud en la teoría psicoanalítica. El capitalismo neoliberal,
al sostener un crecimiento exponencial en un mundo de recursos limitados, se
muestra incompatible con la vida misma: socava los fundamentos ecosistémicos
que sostienen a la especie humana, generando y extendiendo crisis ambientales
globales.
·
El Efecto Mateo, un fenómeno sociológico que describe la
acumulación desigual de bienes, riqueza o fama, resumido en la frase "el
rico se hace más rico y el pobre más pobre." Este sistema exacerba las
desigualdades iniciales y condena a la mayoría a la miseria material, cultural
y moral, generando desigualdad y crisis sociales.
·
El Efecto Escorpión Suicida, donde el sistema se
autodestruye, alimentándose de la "ponzoña" del beneficio hasta
alcanzar dosis letales, provocando crisis económicas recurrentes.
Laszlo
advierte que el “fundamentalismo de mercado” conduce -inexorablemente- a la
sobreexplotación de los recursos del planeta y a las desigualdades sociales.[8] Para
Riechmannlos mercados muestran una tendencia a socavar sus propios fundamentos como
la tendencia que tienen a degenerar en mercados oligopólicos, la manera en la
que “corroen los valores morales comunitarios sin los cuales el propio mercado
tampoco funciona”, la imposibilidad de proveer los bienes públicos que las
sociedades precisan para subsistir y las “externalidades” de tipo social y
ecológico que generan al socializar costes y privatizar beneficios.[9]
A todo
lo anterior, Riechmann agrega los problemas de justicia que involucra el
mercado al no poder tomar en cuenta ni a las generaciones futuras, ni a las
personas sin demanda solvente, ni al resto de los seres vivos con quienes
compartimos la biosfera; privilegiando el presente y el corto plazo frente al
futuro y el largo plazo. Por último, destaca que “el dinamismo irrestricto de
los mercados crea desequilibrios macroeconómicos que resultan en graves
problemas como el paro, la inflación y la deuda externa”.
La barbarie ecosocial asoma en Argentina
El accionar de la alianza estratégica
neoliberal-libertaria ha comenzado a deteriorar las estructuras sociales,
económicas y políticas del país, profundizando las desigualdades y poniendo en
riesgo la cohesión social.
Desde que Javier Milei asumió el gobierno en
Argentina en diciembre de 2023, se han registrado varios cambios en los
principales indicadores sociales y económicos del país, marcados por un fuerte
impacto en el nivel de vida de la población:
- Aumento de la pobreza: Uno de los cambios más
preocupantes ha sido el aumento de la pobreza, que alcanzó el 52,9% en el
primer semestre de 2024, la cifra más alta en dos décadas. Esto implica
que más de tres millones de personas adicionales cayeron en la pobreza. El
ajuste fiscal y la alta inflación, cercana al 300%, han erosionado los
ingresos de los trabajadores y jubilados.
- Consumo en caída: El consumo de carne per
cápita se redujo un 6% en comparación con 2023, reflejando una baja en
el poder adquisitivo y dificultades en la producción debido a la sequía
previa. Las ventas de electrodomésticos también cayeron un 47%, lo que se
asemeja a los niveles de la crisis durante la pandemia.
- Mercado laboral: Se estima que más de 136,000
puestos de trabajo formales se han perdido en los primeros meses del
gobierno de Milei, lo que afecta especialmente a los sectores informales
de la economía.
- Ventas de autos: Las ventas de autos
nacionales han disminuido, mientras que la compra de autos importados ha
crecido ligeramente (6,7%) en 2024, impulsada por una mayor disponibilidad
de financiamiento
- Inflación: La inflación acumulada en los
primeros nueve meses de 2024 fue cercana al 300% anual, una de las más
altas en la historia reciente del país. Esto ha causado un grave deterioro
del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones. Los precios de
bienes esenciales, como alimentos y medicinas, se han disparado, afectando
desproporcionadamente a los sectores más vulnerables.
- Deuda pública: El gobierno de Milei ha
recurrido a una reestructuración de la deuda en busca de apoyo del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y otros organismos multilaterales. Sin
embargo, el alto riesgo país y el costo del endeudamiento externo limitan
las posibilidades de acceso a financiamiento en condiciones favorables.
- Desempleo: El desempleo ha aumentado debido a
una combinación de recesión económica y ajustes fiscales. Las tasas de
empleo formal se han reducido, especialmente en sectores como el
industrial y el comercio. El desempleo ronda el 10%, con una afectación mayor
en la juventud y en las mujeres.
- Tipo de cambio: El gobierno ha implementado
una política de dolarización parcial. Si bien ha frenado en parte la
inflación, ha generado incertidumbre respecto a la competitividad de las
exportaciones y a la capacidad de la industria local para sostener la
producción interna.
- Endeudamiento de los hogares: Con la caída del
ingreso real y el incremento del costo de vida, muchas familias se han
endeudado para cubrir necesidades básicas. Los niveles de morosidad en los
créditos de consumo han aumentado significativamente, lo que refleja una
creciente insostenibilidad en el endeudamiento familiar.
- Niveles de inversión: La inversión extranjera
directa ha mostrado signos de desaceleración debido a la incertidumbre
política y económica. Esto ha afectado las perspectivas de crecimiento a
mediano plazo, especialmente en sectores clave como la energía, la minería
y la infraestructura.
- Exportaciones e importaciones: Aunque las
exportaciones han crecido en algunos sectores agrícolas y mineros, la
balanza comercial sigue mostrando déficit en la mayor parte de 2024,
debido a la alta dependencia de importaciones, especialmente en sectores de
tecnología e insumos industriales.
Estos indicadores muestran una compleja realidad
económica en Argentina, donde el enfoque de ajuste fiscal y las políticas de
Milei están generando tensiones sociales, con un impacto significativo en la
calidad de vida de la población.
El modelo de Milei es absolutamente incompatible
con la justicia social y la sostenibilidad ecológica. Por un lado, rechaza la
justicia social, un concepto que considera opuesto a su visión libertaria y,
por otro lado, rechazando la evidencia científica, hace gala de un negacionismo
ambiental que tiene un impacto destructivo en las políticas públicas,
constituye una irresponsabilidad ética y demuestra un nefasto cortoplacismo
económico.
Como
fruto de una verdadera sobretensión económica y social, y también ambiental (no
tan visible, pero indudablemente presente) nuestra sociedad es empujada más
allá de sus umbrales de estabilidad. Frente a ello, las propuestas que emergen
de las ideologías tradicionales y sus expresiones político-partidarias se han
tornado absolutamente anacrónicas e inconducentes. Nuestra sociedad,
traumatizada por crecientes conflictos políticos necesita catalizadores para
recuperar la cohesión, sus capacidades organizativas y creativas.
Es
en ese contexto que resulta urgente y necesario proponer a la convivencialidad
como categoría fundamental y a la construcción de una Argentina socialmente
justa, económicamente independiente, políticamente soberana y ecológicamente
prudente, como la empresa conjunta, la idea fuerza, el catalizador que logrará
unirnos en busca de nuestro destino común.
Levantando
el valor del vivir bien, juntos en la equidad; dando prioridad a la sociedad y
terminando con el desorden histórico provocado por la prioridad otorgada a la
economía, emerge la idea de un proyecto nacional impulsado por el sentido de
solidaridad inter e intrageneracional, y por la responsabilidad para con el
país y con el devenir histórico del mundo; un mundo que se dirige hacia una
monumental transformación, hacia una bifurcación en la que la opción será
evolución o decadencia.
El Pensamiento Nacional como antítesis de la sinrazón
neoliberal-libertaria
Al
igual que en el resto de Latinoamérica, existe en Argentina una corriente de
pensamiento “nacional” (no colonial) que se contrapone a aquellas corrientes de
pensamiento cuyo común denominador es la defensa de las estructuras y
superestructuras que garantizan la dependencia cultural, política, económica y
social del país.
En
Argentina el pensamiento nacional se ha construido a lo largo de la historia
como una respuesta a la dependencia externa y a la necesidad de forjar un
proyecto autónomo que integre los intereses populares. Tiene sus orígenes en
diversas corrientes de ideas y movimientos políticos que surgieron a lo largo
de la historia del país, especialmente desde el siglo XIX. Se puede decir que
este pensamiento, en sus múltiples expresiones, ha buscado interpretar la
realidad argentina desde una perspectiva propia, independiente de los marcos
ideológicos dominantes a nivel mundial, y priorizando los intereses nacionales
frente a los extranjeros. Desde los caudillos federales hasta el peronismo y el
revisionismo histórico, esta corriente ha buscado constantemente afirmar la
identidad y la soberanía argentina en todas sus dimensiones: política,
económica y cultural.
Es
dentro del pensamiento nacional donde se encuentra el germen ideológico para
enfrentar el proceso de desintegración nacional inherente al neoliberalismo
vernáculo.
En
el pensamiento nacional la constante búsqueda de los caminos más adecuados para
alcanzar un desarrollo independiente incluye dos dimensiones que operan
simultáneamente: la defensa del patrimonio natural del país, frente a la
economía de rapiña impuesta por los países centrales y la aspiración de
alcanzar una utilización intensiva de esos recursos naturales dentro de un
proyecto nacional.
El
General Enrique Mosconi sintetiza las dos posiciones del pensamiento nacional
frente a la defensa y aprovechamiento de los recursos naturales de la siguiente
manera:
Resulta inexplicable la existencia
de ciudadanos que quieren enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando
concesiones de exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer
a éste con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtiene, en lugar de
reservar en absoluto tales beneficios para acrecentar el bienestar moral y
material del pueblo argentino. Porque entregar nuestro petróleo es como
entregar nuestra bandera.
En
igual dirección se inscribe el pensamiento de Arturo Jauretche cuando afirma
que:
En el territorio más rico de la
tierra vive un Pueblo pobre, mal nutrido y con salarios de hambre. Hasta que
los argentinos no recuperemos para la Nación y el Pueblo el dominio de nuestras
riquezas, no seremos una Nación soberana ni un Pueblo feliz.
También
vamos a encontrar esta línea de pensamiento en los referentes del neoextractivismo
progresista.
No
cabe duda alguna sobre la necesidad de defender la heredad natural; pero merece
un detenido análisis las estrategias extractivistas que, aun cuando cambian el
destino de su renta, desde economías concentradas hacia políticas sociales, no
cambian en nada los impactos inherentes a las insostenibles modalidades de
producción.
Ha
sido el General Perón, indiscutido referente del pensamiento nacional quien instala
la idea de la defensa de los recursos naturales frente a las apetencias de las
potencias centrales, pero no en una defensa para hacer con ellos un
extractivismo por propia mano, como hoy -lamentablemente- se ha instalado en
muchas de las corrientes nacionales y populares en Latinoamérica; sino para
garantizar una utilización soberana y racional de los recursos naturales, tal
como lo sintetizaba al afirmar que:
Debemos cuidar nuestros recursos
naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales
que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo
en los centros de alta tecnología donde rige la economía de mercado…
Advirtiendo
además que:
…de nada vale que evitemos el éxodo de nuestros
recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados
por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de
aquellos recursos.
Para
Perón
…cada nación tiene derecho al uso
soberano de sus recursos naturales. Pero, al mismo tiempo, cada gobierno
tiene la obligación de exigir a sus ciudadanos el cuidado y utilización
racional de los mismos. El derecho a la subsistencia individual impone el
deber hacia la supervivencia colectiva, ya se trate de ciudadanos o pueblos.
Allí
reside el núcleo del planteamiento que puede ayudar a superar un esquema
político que ya no puede dar solución a las nuevas y complejas demandas de la
sociedad y que resulta clave para generar la fuerza política capaz de cambiar
el actual rumbo de insostenibilidad.
La
división es clara, o se ignora que existe una amenaza real, un peligro mayor
que se cierne sobre todos los habitantes de la Tierra en la forma de una crisis
ecosocial global y se sigue haciendo politiquería o se hace política con
mayúsculas asumiendo la realidad y afrontando decididamente la contradicción
suprema establecida a partir de la conflictiva interacción entre capital y
naturaleza.
El
pensamiento nacional hunde sus raíces en el proceso de emancipación del imperio
español y la conformación de una identidad nacional independiente. Las guerras
de independencia y las luchas entre unitarios y federales dieron forma a las
primeras expresiones de un pensamiento que buscaba definir la identidad
argentina. En esta línea fueron los caudillos federales, que se oponían a la
centralización del poder y a las influencias extranjeras, los que defendieron
la organización federal del país y los intereses de las provincias frente a las
élites porteñas fuertemente vinculadas a los modelos europeos que intentaban
imponer en el país.
Más
tarde, a mediados del siglo XX, con el peronismo, fueron las reivindicaciones
sociales las que realimentaron el carácter revolucionario del pensamiento
nacional. Hoy es el cuidado de la casa común el que puede volver a conferir ese
carácter revolucionario en tanto es el que permite ofrecer verdaderas y
efectivas respuestas frente a la agudización de las múltiples y entrelazadas
crisis ecosociales.
Si
bien en la matriz ideológica de las corrientes nacionales y populares se
encuentra el enfrentamiento con el pensamiento neocolonial y los intereses de
los grupos privilegiados, no ocurre lo mismo con la necesidad de dejar atrás el
ideario productivista/consumista y producir cambios radicales en nuestra forma
de vida y los valores que la guían, cuestión que –hasta el presente– ha
impedido que maduren las condiciones para producir un indispensable cambio de
rumbo.
Frente
a la impotencia que han generado décadas de promesas incumplidas y de recetas
únicas que solo han servido para multiplicar las crisis, emerge una nueva
corriente de pensamiento capaz de terminar con el vaciamiento de la política
para pasar a ocuparse de su contenido, capaz de poner fin a la perpetua
competencia por el poder entre hombres y partidos intercambiables y
alternantes, mientras se deja a la sociedad sin proyecto y liberada a las
fuerzas del mercado, sumergida en una cultura productivista y consumista que
inevitablemente conduce a la agudización de las crisis ecosociales.
Es
en tal escenario donde debe despertar en el pensamiento nacional una conciencia
ética ecológica que le permita cambiar la anacrónica visión desarrollista que
lo caracteriza por la de un "ecodesarrollo" en el que la
producción, el consumo, la organización y desarrollo tecnológico puedan
satisfacer las necesidades esenciales, racionando el consumo de recursos
naturales y disminuyendo al mínimo posible la contaminación ambiental; un
ecodesarrollo orientado por el principio de la justicia social, en armonía con
la naturaleza y no en una guerra contra ella, un ecodesarrollo humanista en el
que la ciencia y la técnica se reorienten dentro de los criterios ecológicos
que garantizan la reproducción del capital natural, dejando de estar al
servicio de una lógica de infinita acumulación del capital económico, que nunca
derrama y que además aliena, destruye la naturaleza y envenena el ambiente. Un
ecodesarrollo basado en economías más locales, centradas en las comunidades y
con un poder político que esté realmente más cercano a la población.
En
Argentina, el movimiento que aspire a ser una verdadera alternativa política
debe surgir de una amplia confluencia de fuerzas que reconozcan en la justicia
social; independencia económica, soberanía política y sostenibilidad ambiental los
pilares de un proyecto emancipador.
Proponiendo
un sistema justo, solidario y ecológicamente viable, donde la economía esté al
servicio de la vida y no del lucro sin límites, este proyecto emancipador se
posiciona como una verdadera antítesis a la barbarie ecosocial a la que nos
arrastra la alianza neoliberal-libertaria.
El justicialismo como eje estructurante
Entre
las fuerzas que pueden convertirse en ejes estructurantes del movimiento
emancipador en Argentina tenemos, en primer lugar, al justicialismo, cuya doctrina
se centra en la búsqueda de una sociedad equilibrada, donde los valores de
justicia social, independencia económica y soberanía política sean los pilares
para lograr el bienestar colectivo. Esta doctrina propone un sistema que
equilibre los intereses del individuo con los de la comunidad, y se articula en
torno a principios clave que abarcan aspectos sociales, políticos, económicos y
espirituales.
Los
tres pilares históricos fundamentales del Justicialismo -arriba identificados- lo
conducen a abogar por una distribución equitativa de la riqueza y por
garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a derechos fundamentales,
como la educación, la salud y el trabajo digno, y a la satisfacción de necesidades
básicas. Perón planteaba que la justicia social debía asegurar el bienestar de
todos los sectores, especialmente los más vulnerables. En segundo término, la
doctrina justicialista insiste en la necesidad de que la nación tenga control
sobre su propia economía, sin depender de potencias extranjeras ni de
corporaciones multinacionales. Esto implica la promoción de una economía
nacional que pueda sostenerse y desarrollarse de manera autónoma, evitando la
dependencia de capitales externos y defendiendo los recursos naturales del
país. Finalmente, el justicialismo promueve la autodeterminación del pueblo,
donde las decisiones políticas se tomen en función del interés nacional y no
bajo influencias externas. Este principio defiende la capacidad del Estado de
gobernar libremente, sin subordinación a intereses extranjeros ni a élites
económicas que condicionen la dirección política.
La
doctrina justicialista tiene cuatro componentes esenciales. En primer lugar, la
Comunidad Organizada, en la que cada sector de la sociedad —trabajadores,
empresarios, el Estado, etc.— cumple un rol determinado para el bienestar
general, en un sistema armónico y cooperativo. Perón planteaba que el bien
común debía estar por encima de los intereses individuales o sectoriales. En
segundo lugar, la Tercera Posición frente al capitalismo y al comunismo. Perón
rechaza el capitalismo liberal por su explotación del ser humano y su tendencia
a la concentración de la riqueza en pocas manos, y al mismo tiempo rechaza el
comunismo por su negación de las libertades individuales y la iniciativa
privada. En cambio, propone un camino intermedio que combine libertad con
justicia social. En tercer lugar, el trabajo como eje central al concebirlo
como una herramienta de dignificación humana y un derecho fundamental. El
justicialismo considera que la distribución de la riqueza debe estar basada en
el esfuerzo del trabajo y que las políticas económicas deben priorizar el pleno
empleo y la mejora de las condiciones laborales. Finalmente, en la doctrina
justicialista, el Estado tiene un rol activo en la organización y dirección de
la vida económica y social, para garantizar el bienestar general y evitar las
injusticias de un mercado absolutamente desregulado. El Estado no debe ser
opresivo, pero sí regulador, para asegurar la justicia social y el acceso
equitativo a los recursos.
Perón
incorporó a su doctrina una dimensión espiritual que sostiene que la comunidad
no solo debe aspirar al bienestar material, sino también a un equilibrio moral
y espiritual, promoviendo la solidaridad, la cooperación y el respeto por la
dignidad humana; y con su Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo en
1972, extiende la visión justicialista hacia una nueva dimensión: la
sostenibilidad ambiental. Una visión clave para actualizar la doctrina en el
contexto de la crisis ecosocial contemporánea.
Rescatando las banderas históricas del peronismo
junto a la nueva lucha por la sostenibilidad
En
su carta “La Patria nos convoca”, publicada el 25 de octubre de 2024,
Cristina Fernández de Kirchner afirma:
"No se trata de volver hacia
atrás, sino de dar cuenta y testimonio de lo realizado, para que sea creíble lo
que queremos hacer, teniendo claro que hoy debemos incorporar las nuevas
demandas sociales".
"Queremos un peronismo que
recupere sus banderas históricas, pero también sabemos que, sin coraje,
decisión e inteligencia, será imposible ponerlas en práctica. Justicia social,
soberanía política e independencia económica no pueden ser solo consignas
vacías, sin contenido ni objetivos para el pueblo".
En
estos párrafos, Cristina Fernández llama a recuperar las tres banderas
históricas del peronismo a la luz de las nuevas demandas de la sociedad.
Muchos
de estos reclamos han sido identificados por la expresidenta en su carta “Es
la economía bimonetaria, estúpido. Aportes para un debate argentino”,
publicada el 6 de septiembre, donde describe cómo el peronismo se había torcido
y desordenado, proponiendo ejes para el debate.
No
obstante, a pesar del análisis detallado, se observa una importante omisión: la
cuestión ambiental, que es fundamental tanto en las nuevas demandas de
la sociedad como en el ámbito del peronismo. Esta puede constituir, como
intentaré fundamentar, una cuarta bandera histórica aún no plenamente asumida:
la sostenibilidad ambiental. Una bandera que, aunque no la veamos,
siempre está.
Perón
sostenía que justicia social, independencia económica y soberanía política son
la base de una filosofía de vida profundamente nacional, humanista y cristiana,
que aspira a la felicidad del pueblo y a la grandeza de la nación,
representando una respuesta a las demandas sociales y económicas en las décadas
de 1940 y 1950 en Argentina.
Pasaron
tres décadas hasta que, en 1972, con su “Mensaje a los Pueblos y Gobiernos
del Mundo”, Perón advirtió sobre un peligro mayor que afecta a toda la
humanidad y pone en riesgo su supervivencia. Este peligro obliga a plantear la
cuestión en términos nuevos, que van más allá de lo político y trascienden
divisiones partidarias o ideológicas, entrando en la esfera de la relación de
la humanidad con la naturaleza. Perón sostiene que el agotamiento de
recursos y el impacto ambiental de modelos de producción y consumo
insostenibles no son un problema más, sino el verdadero problema de la
humanidad. Así, extiende la visión justicialista hacia una nueva dimensión: la sostenibilidad
ambiental, clave para actualizar la doctrina en el contexto de la crisis
ecosocial contemporánea. Incluir la protección ambiental y la sostenibilidad
dentro de la doctrina justicialista no solo es coherente con sus valores
históricos, sino que también responde a las exigencias del mundo actual, donde
la justicia social depende de un entorno ecológicamente equilibrado.
Perón
recuerda que la lucha por la justicia social está intrínsecamente unida a la
lucha contra el saqueo incesante de los ecosistemas. Su pensamiento en el “Mensaje
a los Pueblos y Gobiernos del Mundo” vincula cuatro temas clave: los
límites naturales, la crítica al sistema hegemónico, el consumismo y la
tecnolatría, anticipando el camino hacia una Argentina y un mundo más justos y
sostenibles.
En
este sentido, el legado ecológico de Perón debería ser un principio central en
la evolución contemporánea del justicialismo, integrando la ética ambiental con
los valores de equidad, inclusión y soberanía.
Esta
visión no debe confundirse con un planteamiento ambientalista superficial o
tecnocrático, subordinado a intereses políticos tradicionales. Por el
contrario, constituye un legado ideológico fundamental, un motor para una nueva
sociedad, economía y paradigma. Este legado advierte que no basta luchar por la
justicia social, la soberanía política y la independencia económica, sino que
también es indispensable luchar por la supervivencia. En su planteo, resulta
inútil declamar la defensa de los recursos naturales sin cambiar los métodos de
desarrollo que los explotan irracionalmente.
El
legado ecológico de Perón sigue siendo un aspecto que la dirigencia
justicialista no ha asumido plenamente, enfrentando una encrucijada crucial:
ignorarlo y quedar atrapada en un esquema político que no puede responder a las
demandas de la sociedad, o asumirlo y, con coraje, decisión e inteligencia, recuperar
las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política izando,
junto a ellas, la bandera de la sostenibilidad ambiental. Estas banderas no
deben convertirse en consignas vacías, sin contenido ni objetivos para el Pueblo,
sino en acciones concretas que promuevan su felicidad y la grandeza de la
Nación.
La unidad y convergencia con corrientes afines
Sin
el justicialismo no existe alternativa a la barbarie ecosocial, pero solo con
el justicialismo no alcanza para un verdadero cambio de rumbo. En la amplia
convergencia necesaria para disputar el poder, además de los aliados
tradicionales del justicialismo, con los que viene recorriendo una senda común
en las últimas décadas, es necesario incorporar otras corrientes políticas del
campo nacional y popular, de la izquierda, de sectores progresistas y de manera
particular del ecologismo y de las corrientes ético religiosas que coinciden
con los principios contenidos en las Cartas Encíclicas del Papa Francisco: Laudato
si´ y Fratelli Tutti.
Este
movimiento se debería proponer como alternativa a la barbarie neoliberal y
anarcocapitalista; impulsar un nuevo pacto social que reconcilie los derechos
humanos con los límites ecológicos, basado en la fraternidad, el cuidado de la
casa común y la justicia social; y luchar por una patria socialmente justa,
económicamente independiente, políticamente soberana y ambientalmente
sostenible.
Una
mirada diferente para abandonar la senda de las esperanzas traicionadas
Para comenzar la transición hacia
una forma de vida diferente, capaz de dar respuestas a los desafíos ecosociales
que nos amenazan con el colapso, es crucial reconocer que, hasta hace poco,
históricamente hablando, la opción era liberación o dependencia y aunque esa
lucha aún no se ha resuelto, hoy nos vemos obligados a luchar por la
supervivencia, enfrentándonos a la elección entre evolución o decadencia.
El discurso crecimientista justifica
ajustes interminables y aventuras extractivistas que nunca logran el tan
prometido crecimiento ni derrame. Frente a esto, es urgente ayudar al pueblo a
prepararse para sobrevivir las consecuencias de una carrera hacia la
autodestrucción, impuesta por la dupla endeudamiento-extractivismo que perpetúa
la dependencia y nutre el insostenible modelo del mundo industrializado.
Es necesario entender lo erróneo de
seguir admirando e intentando copiar el modelo insostenible de los países del
“primer mundo” y persistir en la misma receta extractivista como base de un
desarrollismo obsoleto.
Luiz Carlos Bresser-Pereira
identifica cinco formas de desarrollismo en los países que realizaron sus
revoluciones industriales capitalistas: mercantilismo, bismarckismo,
desarrollismo periférico independiente, desarrollismo nacional y el
desarrollismo socialdemócrata de la "edad de oro" del capitalismo. En
Latinoamérica, particularmente en las décadas de 1950 y 1960, surgió una
corriente basada en la industrialización por sustitución de importaciones
(ISI), buscando reducir la dependencia externa mediante políticas
proteccionistas y la intervención estatal.[10]
Sin embargo, este desarrollismo
clásico mostró limitaciones como la dependencia tecnológica, la falta de
competitividad externa y desequilibrios económicos. Esto llevó a la búsqueda de
un enfoque que combinara la industrialización interna con la inserción en
mercados internacionales, lo que derivó en el llamado neodesarrollismo, surgido
del fracaso de la globalización y el neoliberalismo. Según Bresser-Pereira,
este modelo busca democratizar, reducir desigualdades y proteger el ambiente,
proponiendo un Estado fuerte y activo.
Sin embargo, tanto el desarrollismo
clásico como el neodesarrollismo comparten dos características que los vuelven
insostenibles: su conversión en crecimientismo y el desconocimiento de la
contradicción entre capital y naturaleza. Ambos, al alinearse con la ideología
productivista, han terminado por deteriorar tanto el entorno natural como las
sociedades que pretendían beneficiar.
El productivismo, en su afán por la
acumulación y concentración, convierte los procesos de desarrollo en mero
crecimiento, beneficiando a unos pocos mientras externaliza los costos a la
mayoría, profundizando las desigualdades. Además, la contradicción capital-naturaleza
es fundamental, ya que es la única con el potencial de impedir la reproducción
del sistema productivista, lo que hace que las teorías crecimientistas choquen
inevitablemente con los límites biofísicos del planeta, desatando crisis ecosociales.
Desde la perspectiva de la Ecología
Política, se pueden identificar cuatro axiomas que subvaloran la dimensión
ambiental en el neodesarrollismo. El primero es la fe en que la ciencia y la
tecnología siempre encontrarán soluciones a los problemas ambientales,
ignorando que la tecnología no puede superar los límites biofísicos. El segundo
es considerar los recursos naturales como la palanca para el desarrollo, una
noción que ha llevado a siglos de explotación en favor de los países centrales,
como bien lo describe Horacio Machado Aráoz.[11]
El tercer axioma es la creencia en
que el desarrollo sostenible depende de mayores capacidades estatales y mejores
leyes, sin reconocer que el productivismo subyacente sigue siendo el obstáculo
principal. Finalmente, el cuarto axioma es la idea de que una economía puede
liberarse de los límites biofísicos, como lo propone el modelo de economía
circular, ignorando las leyes de la termodinámica.
Atrapadas en el clásico esquema
político bidimensional estructurado a partir de los ejes izquierda-derecha y
democracia-totalitarismo; las corrientes de pensamiento nacional no logran
advertir la irrupción de una nueva dimensión analítica, un tercer eje definido
por la antinomia productivismo-antiproductivismo lo cual las hace marchar a
contramano de los gigantescos cambios que el actual escenario ecosocial exige.
André Gorz en Ecología política.
Expertocracia y autolimitación sostenía que:
...ante
la ausencia de conversión ecológica la dislocación de los ciclos naturales, de
las civilizaciones y de las sociedades hará hundirse a la humanidad en la
barbarie. Unos pocos desastres limitados, que anuncien la aproximación de
mayores catástrofes, pueden ser suficientes para precipitar la mutación
sociocultural en curso y hacer volcar a las sociedades hacia la ecología política.
Es en tal contexto que el
ecologismo político se ha transformado en obligado punto de referencia en la
inevitable y urgente transición hacia una organización socioeconómica
radicalmente diferente, no asentada en el sustrato productivista, sino en una
razón ecosocial capaz de romper las falacias desarrollistas y alimentar nuevas
teorías de la sociedad y del cambio social. De alimentar una radical
transformación de la vida material, de la manera misma de producir, consumir y
de compartir la vida en la comunidad. Es la Ecología Política el punto
de referencia obligado para plantear una transición hacia una sociabilidad
convivencial y un desarrollo verdaderamente sostenible; una transición desde la
economía del siempre más a una que gradualmente busque un punto de equilibrio
dinámico, una economía de estado estacionario que garantice la justicia social
mientras protege las bases biofísicas de la vida. Una transición que debe
iniciarse en el norte industrializado en un proceso decrementista que ponga fin
a la sociedad de consumo que -desde la década del año 1950- es principal
responsable de la globalización de la crisis ecosocial.
En el escenario actual, antes que
seguir proponiendo más de lo mismo, la principal tarea política ha pasado a ser
la de guiar a los pueblos en la inevitable transición hacia la adopción de
maneras de vida alternativas, materialmente sencillas y es aquí donde cobra
relevancia concentrar todos los esfuerzos en las economías locales, de pequeña
escala y altamente autosuficientes, cooperativas y participativas,
desarrolladas mediante sistemas donde las pequeñas comunidades controlen sus
propios asuntos, independientes de la economía global transformada en un modelo
que, tal como lo propone Castoriadis,[12]
ha dejado a tres cuartas partes de la humanidad sin poder satisfacer ni
siquiera de manera elemental sus necesidades y a la cuarta parte restante la ha
dejado atada, como una ardilla a su rueda, persiguiendo la satisfacción de
las “necesidades” nuevas, manufacturadas día tras día ante nuestros ojos.
Para el ecologismo político, así
como no puede existir un capitalismo con rostro humano, tampoco puede existir
un extractivismo progresista y menos aún un desarrollismo que no termine
naufragando en un crecimientismo que lo conduce a un sistema de valoración
exclusivamente monetario, la consiguiente mercantilización de todas las esferas
de la vida y la agudización de las crisis ecosociales.
El desarrollo sostenible, entendido
desde el ecologismo político, implica abandonar el productivismo y transformar
radicalmente nuestros modos de organización económica y social. Solo así
podremos enfrentar la crisis ecosocial que avanza hacia un punto de no retorno.
Urgente Llamado
Este
es entonces un llamado a la necesaria y urgente acción para construir un
movimiento que promueva un nuevo pacto social basado en la fraternidad, la
justicia social y el cuidado de la casa común. Un movimiento capaz de producir
un verdadero cambio de rumbo para garantizar la supervivencia y el bienestar de
las generaciones presentes y futuras. Un movimiento ecosocial edificado sobre
cuatro pilares básicos: justicia social; independencia económica; soberanía
política y sostenibilidad ambiental.
ANEXO
En
los siguientes cuadros se sintetiza la confrontación ideológica entre el
pensamiento anarcocapitalista de Milei y la doctrina Justicialista.
El rol del Estado
|
Para Javier
Milei el Estado es un “aparato opresor” que, lejos de solucionar problemas,
tiende a expandirse para controlar y regular cada aspecto de la vida de las
personas. Critica al Estado por crear dependencia a través del
asistencialismo y considera que su intervención distorsiona la economía y
limita el potencial del mercado para resolver los problemas sociales de
manera más eficiente. Milei aboga por un Estado mínimo o, idealmente, por la
eliminación de casi todas las funciones estatales que no sean la seguridad y
la justicia. Propone privatizar servicios públicos y eliminar la mayoría de
las regulaciones y programas sociales, ya que considera que la competencia en
el mercado es la forma más justa y eficiente de asignar recursos. En su
visión, los ciudadanos deben ser libres de actuar y desarrollarse sin la
“opresión” de un Estado que, según él, se financia a través de la coerción
fiscal y genera corrupción e ineficiencia. "El Estado
es la mayor organización criminal del mundo…un "ladrón" que roba a
los ciudadanos a través de impuestos…Entre la mafia y el Estado prefiero a la
mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia
compite”. "La era del
supuesto 'Estado presente' se ha terminado. Ha sido un fracaso
estrepitoso. La salida vendrá de la mano del sector privado, del
crédito, y financiado genuinamente por el ahorro". |
Para el
Justicialismo el Estado es fundamental en la promoción de la justicia social,
la equidad económica y el desarrollo sostenible. Desde esta perspectiva, el
Estado se concibe como un actor clave en la regulación de la economía, la
provisión de servicios básicos y la protección de los derechos de los
ciudadanos. El Justicialismo considera que el Estado debe intervenir en la
economía para promover el crecimiento y desarrollo, mediante políticas que
fomenten la industria nacional, protejan el empleo y estimulen la inversión
en sectores estratégicos. El Estado tiene la responsabilidad de garantizar el
acceso a servicios esenciales como la educación, la salud, la vivienda y la
seguridad social, buscando asegurar que todas las personas,
independientemente de su situación socioeconómica, puedan acceder a estos
derechos. A través de políticas fiscales y programas de asistencia social, el
Estado debe actuar para reducir las desigualdades económicas y garantizar una
distribución más equitativa de los recursos, promoviendo la inclusión social.
Para el Justicialismo el Estado debe intervenir en el mercado para regular
las relaciones laborales, proteger los derechos de los trabajadores y evitar
abusos por parte de las grandes corporaciones, asegurando un entorno justo
para todos. El Estado también se ve como el defensor de la soberanía política
y económica del país frente a intereses extranjeros y organismos
internacionales, buscando mantener el control sobre recursos estratégicos y
garantizar la autodeterminación. La defensa de los derechos humanos, la
equidad de género y la protección de minorías son también aspectos centrales
en la visión del rol del Estado, que se debe posicionar como garante de la
justicia y la dignidad para todos. |
La noción de populismo
|
Javier Milei
critica fuertemente el populismo, considerándolo un fenómeno negativo que
distorsiona la realidad económica y lleva a la corrupción y al clientelismo.
Para él, el populismo es sinónimo de demagogia y de promesas vacías que no se
pueden cumplir. Desde su perspectiva, el populismo implica la implementación
de políticas económicas insostenibles que generan déficit fiscal y exacerban
la inflación. Milei argumenta que estas políticas dañan a largo plazo el
desarrollo del país y perjudican a la población. Milei considera que el
populismo promueve un enfoque en el asistencialismo y en la dependencia del
Estado, lo que, según él, socava el valor de la meritocracia y el esfuerzo
individual. Para él, el verdadero progreso se logra a través de la libertad económica
y no mediante políticas populistas. En su crítica, Milei sostiene que el
populismo crea un contrato social distorsionado, donde los políticos hacen
promesas que no pueden cumplir, lo que lleva a la desconfianza en las
instituciones y en la política en general. A diferencia del populismo, Milei
aboga por un enfoque que prioriza la libertad individual y el mercado como
motores del desarrollo. Para él, las políticas populistas limitan la libertad
y la capacidad de los individuos para alcanzar su potencial. "Venimos a
plantear la discusión entre populismo y República" |
El justicialismo
se identifica a menudo como un movimiento populista en el sentido de que
busca representar los intereses de las clases trabajadoras y sectores
populares. El populismo, en este contexto, se entiende como un enfoque que
prioriza las necesidades y demandas de la mayoría de la población frente a
las élites. El justicialismo ha sido históricamente asociado con líderes
carismáticos, como Juan Domingo Perón, que apelaban a la emotividad y a la
conexión directa con el pueblo. Este tipo de liderazgo es característico de
los movimientos populistas. Para el justicialismo, el populismo implica la
búsqueda de la justicia social y la redistribución de la riqueza. Se enfoca
en políticas que mejoren las condiciones de vida de los sectores más
desfavorecidos, defendiendo el rol del Estado como mediador en la economía. El
justicialismo critica las élites económicas y políticas que considera
desconectadas de las realidades del pueblo. Esto se traduce en políticas que
buscan empoderar a las clases trabajadoras y a los sectores más vulnerables. En
muchas ocasiones, el justicialismo ha vinculado su populismo con un sentido
de nacionalismo, promoviendo políticas que protejan los intereses nacionales
frente a influencias externas y buscando la soberanía política y económica. |
La noción de “casta”
|
La noción de
"casta" es central en el discurso de Javier Milei, quien la utiliza
para referirse a una élite política y económica que considera responsable de
la corrupción y del mal manejo del Estado en Argentina. Según Milei, esta
"casta" está compuesta por políticos, burócratas y empresarios que
se benefician del sistema en detrimento del bienestar de la población. En
este sentido, Milei presenta una visión crítica y confrontativa hacia lo que
percibe como una clase política que ha fallado en cumplir con sus deberes
hacia los ciudadanos. Milei utiliza el concepto de "casta" para
criticar a una élite política y económica que considera corrupta y
desconectada de las necesidades del pueblo. "La casta
política y la casta periodística se han apoderado de la información pública
para manipularla y mantenerla cautiva de sus intereses personales." "Si no hay
control en la casta política, la democracia se transforma en una dictadura de
la mayoría, donde los derechos de los ciudadanos se ven pisoteados." "La casta
política y la casta judicial se han convertido en los principales obstáculos
para el desarrollo de la Argentina." |
El justicialismo
no utiliza el término "casta" de la misma manera que Milei. En
general, el justicialismo se presenta como un movimiento que busca la
inclusión social, la justicia y la defensa de los derechos de los
trabajadores, y no necesariamente se identifica con una crítica a una élite
política de la misma forma. Aunque el justicialismo ha enfrentado acusaciones
de corrupción y ha tenido casos notorios dentro de sus filas, también ha
realizado críticas internas y externas sobre la corrupción y la ineficiencia
en la política. Sin embargo, esta crítica no se articula en torno a una
noción de "casta", sino que se enfoca más en la necesidad de
renovación y transparencia. El justicialismo se presenta como un movimiento
que busca construir un proyecto nacional inclusivo y equitativo. En su
narrativa, la "casta" como tal no es el foco; más bien, el énfasis
está en la lucha por la justicia social y el bienestar de la población. En la
tradición justicialista, se promueve la idea de que el poder debe estar en
manos del pueblo, y se alienta la participación activa de la ciudadanía en la
política. Esto contrasta con la noción de "casta", que implica una
desconexión entre una élite y la base popular. En lugar de centrarse en la
noción de "casta", el justicialismo critica las políticas
neoliberales que, según su perspectiva, perpetúan desigualdades y concentran
el poder y la riqueza en manos de unos pocos, aunque no lo haga usando el
término "casta". |
El rol del mercado
|
Milei asigna un
rol central al libre mercado como motor de la economía. Cree que la
competencia y la libre iniciativa son fundamentales para promover la
eficiencia y la innovación, y que el mercado debe operar sin interferencias
estatales. Para Milei, el mercado debe ser desregulado y abierto a la
competencia internacional. Esto significa eliminar barreras comerciales y
reducir el papel del Estado en la economía, permitiendo que las fuerzas del
mercado determinen precios y asignaciones de recursos. En la visión de Milei,
un mercado eficiente no puede coexistir con un alto gasto público. Por lo
tanto, aboga por recortes en el gasto del Estado, argumentando que esto
liberará recursos y fomentará la inversión privada. Milei promueve la
privatización de empresas estatales y la eliminación de subsidios,
considerando que la gestión privada es más eficiente y que el mercado debe
ser el principal determinante de la producción y distribución de bienes y
servicios. A diferencia del enfoque justicialista, Milei ve la inversión
extranjera como un elemento clave para el crecimiento económico, promoviendo
un entorno favorable para atraer capitales y permitir la competencia
internacional. Milei ve al mercado como un mecanismo autónomo que debe operar
libremente, sin interferencias, promoviendo la desregulación y la apertura
económica como claves para el crecimiento. |
El justicialismo
ve al mercado como un instrumento que debe estar al servicio del desarrollo
social y económico. Se promueve un equilibrio entre la intervención del
Estado y el funcionamiento del mercado, buscando garantizar que los
beneficios del crecimiento económico se distribuyan equitativamente. En esta
perspectiva, el Estado tiene un rol activo en regular el mercado para
prevenir abusos y garantizar la justicia social. Esto incluye la protección
de los derechos de los trabajadores, el control de precios y la intervención
en sectores estratégicos para asegurar el bienestar general. El justicialismo
fomenta políticas que protegen y promueven la industria nacional frente a la
competencia extranjera. Esto implica medidas de apoyo a la producción local y
restricciones a importaciones que puedan perjudicar a las industrias
nacionales. Se considera que el mercado debe operar dentro de un marco que
priorice la cohesión social y la reducción de desigualdades. El justicialismo
defiende que el crecimiento económico debe ir acompañado de políticas que
garanticen la inclusión y el bienestar de todos los ciudadanos. El
justicialismo considera al mercado como una herramienta que debe ser regulada
y guiada por el Estado para asegurar el desarrollo social y la justicia
económica. |
La justicia social
|
Javier Milei
rechaza el concepto de justicia social, al que considera una forma de
"injusticia" y una distorsión de los principios de libertad y
propiedad privada. Según Milei, la justicia social se basa en una
“redistribución coercitiva” de los ingresos, donde el Estado expropia a
algunos para favorecer a otros, un proceso que considera incompatible con la
libertad individual y el mérito. En su opinión, la justicia social lleva a
una “sociedad de saqueo”, en la cual los derechos de propiedad se ven vulnerados
en nombre de una “falsa” solidaridad. Milei critica el
rol del Estado en la justicia social, afirmando que este crea dependencia y
reduce la eficiencia económica, ya que, según él, los recursos se malgastan
en políticas asistencialistas que distorsionan las señales de mercado.
Propone, en cambio, un modelo basado en el libre mercado y en la
responsabilidad individual, donde las personas prosperen en función de su
esfuerzo y habilidades, sin depender de subsidios o transferencias del
Estado. Milei sostiene que la justicia social no es un derecho legítimo y la
considera una idea incompatible con los valores de libertad y competencia que
defiende. “El papa es el
representante del Maligno en la tierra. Habría que informarle ‘al imbécil que
está en Roma’ que la envidia, que es la base de la justicia social, es un
pecado capital” |
Para el
justicialismo, el concepto de justicia social es fundamental y se entiende
como un principio que busca la equidad y la dignidad para todos los
ciudadanos. Este concepto se asocia estrechamente con la idea de que el
Estado debe intervenir activamente en la economía y en la sociedad para
garantizar que todos tengan acceso a los derechos y oportunidades necesarias
para una vida digna. Para el Justicialismo la justicia social implica una
distribución más equitativa de la riqueza, buscando reducir las desigualdades
económicas y sociales a través de políticas fiscales y programas de
asistencia social que beneficien a los sectores más vulnerables. El
justicialismo enfatiza la protección de los derechos de los trabajadores,
promoviendo condiciones laborales justas, salarios dignos y la creación de
empleo. Se considera que el trabajo es un derecho fundamental y un medio para
alcanzar la dignidad. La justicia social en el justicialismo también aboga
por el acceso universal a servicios esenciales como educación, salud y
vivienda, entendiendo que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar
estos derechos para todos los ciudadanos. Se busca la integración de todos
los sectores de la sociedad, especialmente aquellos que han sido
históricamente marginados, promoviendo políticas que favorezcan la equidad de
género, la protección de minorías y la justicia para grupos en situación de
vulnerabilidad. La justicia social también se relaciona con la defensa de la
soberanía política y económica, promoviendo un desarrollo que priorice los
intereses del país y su población por encima de los intereses extranjeros. El
justicialismo resalta la importancia de la solidaridad y el trabajo en
comunidad como pilares de una sociedad más justa, fomentando una cultura de
apoyo mutuo y responsabilidad social. Para el justicialismo, en definitiva, la
justicia social es un principio que guía su acción política y social,
buscando construir una sociedad más equitativa y solidaria, donde el Estado
juega un rol activo en la promoción del bienestar y la dignidad de todos los
ciudadanos. |
La soberanía política
|
Javier Milei
tiene una postura particular respecto a la soberanía política, ya que su
visión de país se centra en una mayor apertura económica y un rol reducido
del Estado en la vida pública, lo que implica una noción de soberanía
diferente a la tradicional. Si bien defiende la independencia de Argentina en
términos formales, su énfasis está en la libertad económica, y no
necesariamente en el control estatal sobre los recursos estratégicos o en una
intervención activa en la economía para proteger sectores nacionales. Para
Milei, la soberanía política se fortalece cuando el Estado se reduce a sus
funciones mínimas y permite que el mercado, los acuerdos de libre comercio y
la competencia internacional guíen la economía. Por esta razón, apoya la
eliminación de barreras comerciales y una inserción profunda en el mercado
global, considerando que estas medidas impulsan el crecimiento y fortalecen
al país. Sin embargo, este enfoque ha sido criticado por algunos sectores que
consideran que una apertura económica extrema podría debilitar la autonomía
de Argentina en temas estratégicos y hacerla más vulnerable a intereses
externos. |
El principio de
soberanía política es fundamental en la doctrina justicialista y desempeña un
papel clave en la concepción de la nación, el Estado y la identidad
argentina. La soberanía política implica que el pueblo argentino tiene el
derecho de autodeterminarse y decidir su propio destino, sin interferencias
externas. Esto refuerza la idea de que las decisiones sobre la política y la
economía del país deben ser tomadas por los argentinos, en función de sus
intereses y necesidades. El justicialismo sostiene que la soberanía política
incluye el control sobre los recursos naturales del país. Esto implica que el
Estado debe gestionar y proteger estos recursos en beneficio de la población,
evitando la explotación extranjera que pueda perjudicar el desarrollo nacional.
La soberanía política se relaciona estrechamente con la independencia
económica. El justicialismo aboga por un modelo de desarrollo que priorice la
industria nacional, promueva la creación de empleo y reduzca la dependencia
de mercados internacionales, buscando una economía autosuficiente. La defensa
de la soberanía política está ligada a la promoción de los derechos humanos y
la justicia social. El justicialismo sostiene que el respeto y la protección
de los derechos de los ciudadanos son esenciales para una verdadera
soberanía, donde el Estado actúa como garante del bienestar de su población. En
la doctrina justicialista, hay un fuerte rechazo a cualquier forma de
intervención extranjera en los asuntos internos de Argentina, ya sea
política, económica o cultural. Este rechazo se basa en la idea de que el
país debe construir su propio camino y tomar decisiones soberanas, sin
imposiciones externas. La soberanía política también implica la consolidación
de instituciones democráticas fuertes y representativas. El justicialismo
promueve la participación activa de la ciudadanía en el proceso político como
un medio para ejercer la soberanía y asegurar que el poder emane del pueblo. Aunque
se enfatiza la soberanía nacional, el justicialismo también promueve la
solidaridad internacional, entendiendo que los países deben colaborar entre
sí en un marco de respeto mutuo, buscando soluciones a problemas globales sin
renunciar a su soberanía. El principio de soberanía política es un pilar
central de la doctrina justicialista, que se refleja en la defensa de la
autodeterminación nacional, la protección de recursos, la promoción de la
justicia social y la independencia económica, así como en el rechazo a la
intervención extranjera y la consolidación de un sistema democrático
participativo. |
La independencia económica
|
Javier Milei tiene
una visión crítica y bastante diferente del principio de independencia
económica en comparación con el justicialismo. Milei es un defensor del
liberalismo económico y promueve políticas que favorecen el libre mercado.
Esto implica una menor intervención del Estado en la economía y un enfoque en
la apertura de mercados, tanto nacionales como internacionales. Para Milei,
la independencia económica se logra a través de la reducción del gasto
público y la eliminación de subsidios que, según él, distorsionan la
economía. Considera que un Estado más pequeño y eficiente es fundamental para
liberar recursos y fomentar la inversión privada. Milei aboga por la
desregulación de sectores económicos, argumentando que la eliminación de
barreras y regulaciones permitirá una mayor competitividad y atraerá
inversiones extranjeras, lo que, a su juicio, contribuirá a la prosperidad
económica del país. En lugar de proteger el mercado interno como lo hace el
justicialismo, Milei propone abrir la economía argentina a la competencia
internacional. Cree que esto beneficiará a los consumidores al reducir
precios y mejorar la calidad de los productos. Milei es un firme defensor de
la privatización de empresas estatales, argumentando que el sector privado es
más eficiente en la gestión de recursos y servicios. Esto se alinea con su
visión de que la intervención estatal suele ser perjudicial para la economía.
A diferencia del justicialismo, que busca proteger y fomentar la industria
nacional, Milei considera que la inversión extranjera es crucial para el
desarrollo económico. Cree que facilitar la entrada de capitales extranjeros
ayudará a generar empleo y crecimiento. Milei critica la idea de un
nacionalismo económico que priorice la producción local a expensas de la
apertura internacional, argumentando que esto puede llevar a ineficiencias y
mayores costos para los consumidores. Milei tiene una perspectiva liberal que
se aleja del enfoque justicialista sobre la independencia económica. Su
visión se centra en la reducción del rol del Estado en la economía, la
desregulación, la apertura de mercados y la promoción de la inversión privada
y extranjera como vías para alcanzar la prosperidad económica. |
El principio de
independencia económica es un componente esencial de la doctrina
justicialista y se centra en la necesidad de que Argentina desarrolle su
economía de manera autónoma, priorizando los intereses nacionales sobre las
influencias externas. La
independencia económica implica que el país debe ser capaz de tomar
decisiones sobre su desarrollo económico sin depender de potencias
extranjeras o instituciones internacionales. Esto incluye la formulación de
políticas que respondan a las necesidades y realidades locales. El
justicialismo aboga por el fortalecimiento de la industria nacional como
motor del desarrollo económico. Esto se traduce en políticas que fomenten la
producción local, la creación de empleo y el impulso a la innovación y la
tecnología en el país. La independencia económica también se refiere al
control y gestión de los recursos naturales del país. El justicialismo
sostiene que estos recursos deben ser explotados y utilizados en beneficio de
la población argentina, evitando la entrega a intereses extranjeros que
puedan perjudicar el desarrollo nacional. Para lograr la independencia
económica, el justicialismo defiende la implementación de políticas de
protección del mercado interno. Esto puede incluir medidas como aranceles,
subsidios y regulaciones que favorezcan a las empresas locales frente a la
competencia extranjera. Se busca diversificar la economía para reducir la
dependencia de ciertos sectores o mercados, promoviendo el desarrollo de
múltiples industrias y actividades económicas que fortalezcan la resiliencia
del país ante crisis externas. El principio de independencia económica
incluye la búsqueda de la soberanía alimentaria, asegurando que el país pueda
producir suficiente alimento para su población, reduciendo la dependencia de
importaciones y promoviendo la seguridad alimentaria. La independencia
económica está íntimamente ligada a la justicia social. El justicialismo
sostiene que un desarrollo económico autónomo debe ir acompañado de políticas
que garanticen la distribución equitativa de la riqueza y el acceso a
oportunidades para todos los ciudadanos. Si bien se busca la independencia
económica, el justicialismo también promueve la integración regional y la
colaboración con otros países latinoamericanos, entendiendo que una economía
regional fuerte puede contribuir a la autonomía de cada nación frente a las
potencias globales. El principio de independencia económica en la doctrina
justicialista es fundamental para promover un desarrollo económico autónomo y
sostenible, que priorice el bienestar de la población argentina y garantice
la soberanía sobre sus recursos y decisiones económicas. |
Sostenibilidad ambiental
|
Para Milei la
sostenibilidad ambiental tiene una consideración secundaria, subordinada a
los intereses del libre mercado y el crecimiento económico. Milei prioriza el
crecimiento económico sobre las preocupaciones ambientales. Su enfoque es que
la economía debe ser la base para abordar otros problemas, incluyendo los
ambientales, y que un crecimiento robusto puede generar los recursos
necesarios para enfrentar los desafíos ambientales. Milei promueve la
desregulación en varias áreas, incluida la ambiental. Cree que reducir la
intervención del Estado en la economía puede fomentar la inversión y la
innovación, lo que, según él, contribuiría indirectamente a mejorar las
condiciones ambientales. Aunque no niega el cambio climático, Milei ha
manifestado escepticismo sobre el origen antrópico del mismo, la gravedad de
su impacto y sobre la necesidad de implementar políticas drásticas para
combatirlo. Prefiere no comprometerse con acuerdos internacionales que
consideren limitaciones a la actividad económica. Para Milei son mecanismos
de control ideológico que, bajo la justificación de proteger el ambiente,
buscan restringir las libertades individuales y el crecimiento económico. Su enfoque
tiende a favorecer la explotación de recursos naturales, como la minería y la
agricultura intensiva, argumentando que esto puede generar empleo y atraer
inversiones. Para él, el desarrollo de estos sectores es clave para la
economía argentina. Milei promueve la idea de que la responsabilidad de la
protección ambiental debe recaer en los individuos y en el sector privado, en
lugar de en políticas estatales coercitivas. Cree que la innovación y la
competencia serán suficientes para abordar los problemas ambientales. Milei
suele argumentar que el mercado y la propiedad privada pueden llevar a una
mejor administración de los recursos naturales, ya que los propietarios
tienen incentivos para proteger y usar los recursos de manera sostenible.
Además, critica las subvenciones estatales a energías renovables y las
políticas de transición energética, que considera poco rentables y
distorsionadoras. En su opinión, la solución a los problemas ambientales debe
venir del mercado y la innovación, no de la intervención estatal, que percibe
como costosa, ineficaz y promotora de una “agenda verde” que limita el
crecimiento económico y la libertad de los individuos. |
Para el justicialismo,
especialmente en su interpretación contemporánea, la sostenibilidad ambiental
se considera una extensión natural de sus principios históricos de justicia
social, soberanía política e independencia económica. Desde la perspectiva
del justicialismo, la sostenibilidad no solo es una cuestión ambiental, sino
que se entrelaza con la búsqueda del bienestar social y la equidad. La visión
peronista sostiene que la justicia social está intrínsecamente ligada a la
protección del ambiente. La lucha por los derechos sociales implica también
la defensa de los recursos naturales y la salud de la casa común. La
incorporación de la sostenibilidad ambiental en el justicialismo se ve como
una forma de responder a las demandas contemporáneas y de adaptar sus
políticas a un contexto de crisis ecológica . El justicialismo reconoce entonces
la importancia de la sostenibilidad ambiental como un componente esencial
para el desarrollo a largo plazo. Se busca un equilibrio entre el crecimiento
económico y la conservación de los recursos naturales. Se promueven leyes y
regulaciones que buscan proteger el ambiente, incluyendo la defensa de los
recursos naturales y la biodiversidad. Esto implica un enfoque en la
regulación de actividades que puedan dañar el entorno, como la minería y la
agroindustria. El justicialismo enfatiza la necesidad de un desarrollo sostenible
que contemple el bienestar social, económico y ambiental. Esto incluye la
promoción de energías renovables y la transición hacia una economía más
verde. Se busca fomentar la educación ambiental y la conciencia pública sobre
la importancia de la protección del medio ambiente. Esto incluye campañas de
sensibilización y programas en las escuelas. El justicialismo considera que
las políticas ambientales deben ir acompañadas de un enfoque en la inclusión
social, asegurando que las comunidades vulnerables no se vean perjudicadas
por la explotación de recursos naturales. |
Frente a cada necesidad nace un derecho
|
Javier Milei
rechaza que sea cierto que frente a cada necesidad nazca un derecho, según él,
esta perspectiva crea lo que considera una "sociedad de saqueo",
donde el Estado se convierte en un ente que expropia a unos para darle a
otros, perjudicando así la libertad individual y la economía de mercado.
Milei se opone firmemente a esta concepción de los derechos sociales,
argumentando que los derechos auténticos deben ser los de libertad individual
y propiedad privada, y no el acceso a bienes o servicios cubiertos por el
Estado. Este rechazo de Milei va en línea con su postura anarcocapitalista, sosteniendo
que las necesidades de las personas deben ser atendidas a través del mercado
y la iniciativa privada, no mediante el establecimiento de derechos sociales
o asistencialismo estatal, que considera "paternalistas" y
"populistas". |
Para el
justicialismo, la idea de que "frente a cada necesidad nace un
derecho" es un principio fundamental que subraya la importancia de la
justicia social y el rol del Estado en la protección y promoción de los
derechos de los ciudadanos. Esta concepción se basa en la creencia de que el
Estado tiene la responsabilidad de garantizar a todos los individuos el
acceso a los derechos básicos necesarios para una vida digna. El
Justicialismo considera que, a medida que surgen necesidades sociales, como
la educación, la salud, la vivienda y el empleo, estas deben ser reconocidas
como derechos inalienables que el Estado debe garantizar. El justicialismo
promueve una intervención activa del Estado para asegurar que estos derechos
sean efectivamente cumplidos. Esto incluye la implementación de políticas
públicas y programas que aborden las necesidades de la población. Además de
los derechos civiles y políticos, el justicialismo enfatiza la importancia de
los derechos económicos y sociales, entendiendo que el bienestar de las
personas no puede ser alcanzado sin asegurar condiciones dignas de vida. La
idea de que cada necesidad genera un derecho también se vincula con los
valores de solidaridad y equidad, buscando que todas las personas,
independientemente de su situación socioeconómica, tengan acceso a las
oportunidades y recursos necesarios para desarrollarse plenamente. El Justicialismo
considera que los derechos pueden evolucionar y expandirse a medida que
cambian las necesidades de la sociedad, reconociendo así la dinámica de las
condiciones sociales y económicas. Para el justicialismo, en definitiva, la
noción de que frente a cada necesidad surge un derecho resalta el compromiso
con la justicia social y el papel proactivo del Estado en garantizar que
todos los ciudadanos puedan acceder a una vida digna y plena. |
Asistencia social
|
Javier Milei es
crítico de la asistencia social, considerándola una forma de
"asistencialismo" que crea dependencia y desincentiva el trabajo y
la autosuficiencia. Desde su perspectiva, las políticas de asistencia social
suelen ser ineficaces y no abordan las causas subyacentes de la pobreza y la
desigualdad. Sostiene que el Estado no debería intervenir de manera tan directa
en la vida de los ciudadanos a través de subsidios o transferencias
económicas, ya que esto, según él, perpetúa un ciclo de dependencia y reduce
la responsabilidad individual. Milei aboga por una reducción drástica de los
programas de asistencia social y propone que en su lugar se fomenten
políticas que estimulen la creación de empleo y el emprendimiento,
permitiendo que las personas se sostengan a través de su propio esfuerzo en
un entorno de libre mercado. Cree que, al liberar a los individuos de la
carga de depender del Estado, se les permite alcanzar su máximo potencial y
contribuir al crecimiento económico del país. |
La asistencia
social juega un papel importante en la visión del justicialismo, ya que se
concibe como una herramienta para promover la justicia social, la equidad y
el bienestar de los ciudadanos, especialmente de aquellos que se encuentran
en situaciones de vulnerabilidad. La asistencia social se utiliza como un
mecanismo para proteger a los sectores más desfavorecidos de la sociedad,
como los pobres, ancianos, personas con discapacidad y familias en
situaciones de crisis. Esto se considera fundamental para garantizar la
dignidad de todas las personas. A través de programas de asistencia, el
justicialismo busca redistribuir recursos y brindar apoyo a quienes más lo
necesitan, tratando de reducir las desigualdades económicas y sociales que
existen en el país. La asistencia social es vista como una vía para promover
la inclusión social, permitiendo que las personas en situación de
vulnerabilidad puedan acceder a servicios básicos, educación y empleo,
facilitando su integración en la sociedad. Aunque la asistencia social
proporciona apoyo inmediato, el justicialismo también enfatiza la importancia
de programas que estimulen la autonomía y el empoderamiento de las personas,
buscando que puedan superar su situación de dependencia y alcanzar la
autosuficiencia. La asistencia social no se ve como una solución aislada,
sino como un complemento a políticas públicas más amplias que promuevan el
desarrollo económico, la creación de empleo y el acceso a servicios básicos,
entendiendo que estos elementos son interdependientes. La asistencia social se
enmarca en una cultura de solidaridad y apoyo mutuo, donde el Estado tiene un
rol activo en cuidar de todos los ciudadanos, promoviendo un sentido de
comunidad y responsabilidad social. La asistencia
social es considerada una herramienta clave en el justicialismo para abordar
la pobreza y las desigualdades, garantizando que todos los ciudadanos tengan
acceso a un mínimo de dignidad y bienestar, mientras se busca fomentar la
inclusión y la autonomía. |
Sistema de salud pública
|
Javier Milei
tiene una visión crítica del sistema de salud pública en Argentina,
argumentando que es ineficiente y que su funcionamiento está plagado de
problemas, como la burocracia, la falta de recursos y la corrupción. Para
Milei, el sistema estatal de salud no logra ofrecer atención de calidad y
tiende a ser un lastre para el desarrollo del país. Milei propone que el
sector de la salud debería orientarse hacia un modelo más basado en el
mercado. Sugiere que la competencia entre proveedores de salud, tanto
públicos como privados, podría mejorar la calidad de los servicios y la
eficiencia en la atención. Una de sus propuestas incluye la implementación de
un sistema de seguros de salud privado que permita a los ciudadanos elegir
entre diferentes opciones y proveedores, en lugar de depender exclusivamente
de la atención pública. Milei argumenta que un enfoque más privatizado
permitiría una mejor asignación de recursos, ya que las instituciones
tendrían incentivos para ofrecer servicios de calidad y adaptarse a las
necesidades de los pacientes. Sin embargo, su postura ha generado
preocupación entre quienes creen que un sistema basado en el mercado podría
agravar las desigualdades en el acceso a la atención médica, especialmente
para las poblaciones más vulnerables. |
La visión del
justicialismo sobre el sistema de salud pública se centra en la importancia
de garantizar el acceso universal a la atención médica como un derecho
fundamental. Esta perspectiva se basa en principios de justicia social,
equidad y el rol activo del Estado en la protección y promoción de la salud
de la población. El justicialismo aboga por un sistema de salud que sea
accesible para todos los ciudadanos, sin importar su situación
socioeconómica. Se considera que la salud es un derecho humano básico y que
el Estado debe asegurar que cada persona pueda recibir atención médica
adecuada. La salud pública es vista como una de las principales
responsabilidades del Estado, que debe destinar recursos y esfuerzos para
promover la salud de la población, prevenir enfermedades y garantizar la
atención médica. Se promueve la idea de un sistema de salud que integre tanto
la atención primaria como la especializada, facilitando el acceso a servicios
completos y de calidad para toda la población. La visión justicialista
incluye un fuerte enfoque en la prevención de enfermedades y la promoción de
hábitos saludables, entendiendo que la salud no solo depende de la atención
médica, sino también de factores sociales, ambientales y económicos. El
justicialismo defiende la financiación pública del sistema de salud,
argumentando que la salud no debe ser un bien mercantilizado, sino que debe
estar garantizada a través de un sistema solidario que asegure recursos
suficientes para atender las necesidades de la población. Se busca que la
atención en salud sea equitativa y de calidad, evitando la discriminación y
las desigualdades en el acceso a los servicios, independientemente del lugar
de residencia o la capacidad de pago. El justicialismo también enfatiza la
importancia de formar y retener profesionales de la salud, asegurando que el
sistema cuente con el personal capacitado necesario para brindar atención de
calidad. En definitiva, la visión del justicialismo sobre el sistema de salud
pública es que debe ser un derecho garantizado por el Estado, accesible para
todos y enfocado en la prevención y promoción de la salud, con un fuerte
componente de financiación pública y un compromiso con la equidad y la
justicia social. |
Educación pública
|
Javier Milei
cuestiona la educación pública y gratuita, argumentando que el sistema
estatal de educación es ineficiente y de baja calidad debido a la falta de
competencia y a los incentivos erróneos en la administración pública. Desde
su perspectiva, la educación debería regirse por las fuerzas del mercado,
donde las instituciones compitan y los padres y estudiantes elijan según la
calidad y los resultados, incentivando una mejora en la enseñanza. Milei
propone un sistema de “vouchers educativos” que permitiría a las familias
recibir una suma de dinero pública para aplicar en la institución de su
elección, sea pública o privada. Cree que este esquema aumentaría la
competencia y permitiría a las familias optar por las mejores opciones
educativas, eliminando la injerencia estatal directa. Según Milei, esto
también abriría espacio para innovaciones en el sector, reduciría el peso
fiscal de la educación pública y mejoraría la calidad educativa. Su postura
ha generado críticas entre quienes sostienen que un sistema de este tipo
podría profundizar desigualdades, afectando a las familias de bajos ingresos
y erosionando el acceso universal a una educación de calidad. |
La visión del
justicialismo sobre la educación pública se centra en el acceso universal, la
calidad y la equidad. El justicialismo sostiene que la educación es un
derecho fundamental que debe ser garantizado por el Estado para todos los
ciudadanos, sin distinción de clase social, raza o lugar de residencia. Se
considera esencial para el desarrollo personal y social de los individuos. Se
promueve un sistema de educación pública, gratuita y accesible, desde la
educación inicial hasta la universidad, asegurando que todos tengan la
oportunidad de recibir formación sin barreras económicas. Además de
garantizar el acceso, el justicialismo aboga por la mejora continua de la
calidad educativa, promoviendo una educación que no solo imparta
conocimientos, sino que también fomente valores como la solidaridad, la
responsabilidad y el respeto por los demás. La educación pública debe ser
inclusiva, atendiendo las necesidades de todos los sectores de la sociedad,
especialmente de aquellos en situaciones de vulnerabilidad. Esto incluye la
atención a la diversidad cultural y la promoción de la igualdad de género en
el ámbito educativo. La educación no se limita a la enseñanza académica;
también busca el desarrollo integral del individuo, fomentando habilidades
socioemocionales, creativas y críticas que preparen a los estudiantes para
participar activamente en la sociedad. Se considera que el Estado debe
regular y supervisar el sistema educativo para garantizar su calidad, equidad
y acceso, evitando la mercantilización de la educación y protegiendo el
interés público. El justicialismo
también promueve la inversión en ciencia y tecnología en el ámbito educativo,
reconociendo su importancia para el desarrollo del país y la formación de
profesionales capacitados que contribuyan al progreso social y económico. Se
valora la participación de la comunidad en el proceso educativo, fomentando
la colaboración entre escuelas, familias y organizaciones sociales para crear
un entorno educativo más enriquecedor. Para el justicialismo, la educación
pública es un pilar fundamental para construir una sociedad más justa y
equitativa, y el Estado tiene la responsabilidad de garantizar su acceso,
calidad e inclusión para todos los ciudadanos. |
Alineamiento internacional
|
Milei promueve
un alineamiento prooccidental, buscando estrechar relaciones con Estados
Unidos, Israel y países de Europa que comparten su visión liberal y
capitalista. Javier Milei se ha expresado abiertamente a favor de fortalecer
la relación con Estados Unidos, señalando que ve en ese país un modelo de
economía dinámica y de libertades individuales. También ha manifestado su
admiración por Israel, resaltando su capacidad para innovar y su modelo de
defensa nacional, considerando que Argentina debería tomar ejemplos de ese
país en seguridad y desarrollo tecnológico. Milei se muestra crítico respecto
a alianzas con gobiernos de orientación socialista o de economías cerradas,
como los de China y Rusia, sosteniendo que estas naciones representan modelos
opuestos a su visión de libertad económica y política. En su enfoque, la
integración y cooperación con economías de libre mercado sería la vía para
que Argentina logre crecimiento y estabilidad, mientras que los lazos con
regímenes autoritarios o economías centralizadas representarían una amenaza
para la autonomía y la libertad económica. En línea con esta postura, su
política exterior se orienta hacia una inserción global orientada al
comercio, la inversión extranjera y la cooperación con naciones de corte
capitalista. Esto incluye un enfoque en la reducción de aranceles y la
eliminación de restricciones comerciales. Milei ha sido crítico con
organizaciones como el Mercosur, argumentando que limitan la competitividad
de Argentina. Se muestra a favor de salir de acuerdos que considere
perjudiciales para la economía del país y de renegociar tratados comerciales.
En su visión, se busca desregular no solo la economía interna, sino también
las relaciones exteriores, promoviendo un enfoque que priorice la inversión y
el comercio por encima de consideraciones políticas o ideológicas. Milei pone
un fuerte énfasis en atraer inversión extranjera, considerando que esto es
crucial para el desarrollo económico de Argentina. Su alineamiento
internacional está dirigido a facilitar el ingreso de capitales y empresas
extranjeras al país. |
El justicialismo
promueve un alineamiento que prioriza la soberanía nacional y la
autodeterminación. Se busca establecer relaciones internacionales que
respeten la independencia de Argentina y sus decisiones soberanas. Se
enfatiza la importancia de la integración regional en América Latina. El
justicialismo busca fortalecer la cooperación con otros países
latinoamericanos a través de organizaciones como la CELAC (Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños) y el Mercosur, promoviendo un bloque
regional que defienda intereses comunes. La doctrina justicialista aboga por
la solidaridad entre naciones, apoyando movimientos sociales y políticos que
busquen la justicia social y la equidad en el ámbito internacional. Se ha
alineado históricamente con gobiernos de izquierda o progresistas en la
región. Se promueve un enfoque multilateral en las relaciones
internacionales, buscando establecer vínculos con diversas potencias y
organismos internacionales, incluyendo a la ONU y otras instancias
multilaterales, para abordar problemáticas globales. El justicialismo
defiende la promoción y protección de los derechos humanos a nivel
internacional, participando en foros y acuerdos que busquen su defensa y
fortalecimiento en todo el mundo. El justicialismo busca un alineamiento
internacional que enfatice la soberanía, la integración regional y la
solidaridad. |
Políticas de género
|
Milei ha sido
crítico de muchas de las políticas de género implementadas por gobiernos
anteriores, argumentando que pueden ser divisivas y que no abordan
adecuadamente los problemas económicos y sociales. Si bien no se opone a la
igualdad de género per se, Milei prefiere un enfoque que se centre en la
igualdad de oportunidades, sin medidas específicas que promuevan la igualdad
de género en términos de representación o cuotas. Para él, la meritocracia
debería ser el principal criterio para el acceso a posiciones y
oportunidades. Milei ha expresado su oposición a lo que llama "ideología
de género", considerándola una amenaza a los valores tradicionales y a
la familia. Esto incluye su oposición a ciertas políticas que, en su opinión,
pueden desviar la atención de los problemas económicos. Su postura general es
que el Estado no debe intervenir en cuestiones de género de la misma manera
que se ha hecho en el pasado, argumentando que el mercado y la sociedad deben
encontrar sus propias soluciones. Milei tiende a enfatizar los derechos
individuales y la libertad personal en lugar de políticas específicas de
género, sugiriendo que el progreso hacia la igualdad de género debe surgir
naturalmente sin intervención estatal. Milei tiene una visión más crítica y
liberal, favoreciendo la igualdad de oportunidades sin medidas específicas de
intervención estatal en cuestiones de género. Su enfoque tiende a centrarse
en los derechos individuales y la meritocracia. |
El justicialismo
ha mostrado un compromiso con la promoción de la igualdad de género y la
lucha contra la violencia de género. Se han implementado políticas para
mejorar la situación de las mujeres en diversas áreas, como la salud, la
educación y el trabajo. Una de las iniciativas destacadas ha sido la
implementación de leyes de cupo femenino, que buscan garantizar la
representación equitativa de mujeres en cargos políticos y en la toma de
decisiones. Esto se considera fundamental para avanzar en la igualdad de
género en la política. El justicialismo ha promovido diversas leyes y
políticas destinadas a combatir la violencia de género, así como programas de
apoyo a víctimas. Se ha enfocado en crear conciencia sobre este problema y en
garantizar la protección de los derechos de las mujeres. En general, el
justicialismo apoya la ampliación de los derechos reproductivos de las
mujeres, promoviendo el acceso a la salud sexual y reproductiva. Esto incluye
la discusión sobre el aborto, donde se han presentado proyectos para
despenalizar y garantizar el acceso seguro. Se han implementado políticas que
buscan fomentar la inclusión de mujeres en el mercado laboral, promoviendo la
igualdad salarial y el acceso a empleos de calidad. Estas políticas están
orientadas a reducir la brecha de género en el ámbito laboral. el
justicialismo promueve activamente políticas de género que buscan avanzar en
la igualdad, la representación y la protección de los derechos de las mujeres.
|
Rol del sector científico técnico
|
Milei asigna un
rol más limitado al Estado en el sector científico-técnico, argumentando que
el mercado debe ser el principal impulsor de la investigación y la
innovación. Considera que la competencia y la libre iniciativa son claves
para el desarrollo tecnológico. Ha sido crítico del gasto público en ciencia
y tecnología, argumentando que debe ser más eficiente y estar alineado con
intereses económicos claros. Propone que la inversión en investigación debe
ser impulsada principalmente por el sector privado. Milei tiende a desconfiar
del intervencionismo estatal en la ciencia, argumentando que esto puede
llevar a la burocratización y a la ineficiencia. Prefiere un enfoque en el
que los investigadores e innovadores operen con mayor libertad y menos
regulaciones. Propone un enfoque que favorezca la privatización y la
protección de patentes, considerando que esto incentivará la inversión en
innovación y desarrollos tecnológicos. Para Milei, la solución a los
problemas económicos y sociales debe venir de la iniciativa privada, incluida
la inversión en tecnología y ciencia. Cree que las soluciones surgirán de la
competencia y no de políticas públicas dirigidas. |
El justicialismo
promueve la importancia de la investigación y el desarrollo como motores del
progreso económico y social. Se busca fomentar la inversión pública y privada
en ciencia y tecnología para mejorar la competitividad del país. Se valora la
educación y formación de recursos humanos en áreas científicas y tecnológicas
como un pilar fundamental para el desarrollo del país. Las políticas
educativas se orientan a fortalecer las capacidades en estas áreas. El
justicialismo tiende a favorecer la implementación de políticas públicas que
se fundamenten en la evidencia científica. Esto implica colaborar con
investigadores y académicos para abordar problemáticas sociales, económicas y
ambientales. Se promueve la idea de que la ciencia y la tecnología deben
estar al servicio del bienestar social. Esto incluye el desarrollo de
tecnologías que respondan a las necesidades de la población, como la salud,
la educación y la producción sustentable. Hay un énfasis en el desarrollo de
una base científica y tecnológica nacional que pueda competir en el contexto
internacional. Se busca fortalecer las instituciones de investigación y las
universidades. |
[*] Ingeniero Forestal. Fue técnico en el
Departamento de Investigaciones Forestales del ex Instituto Forestal Nacional y
Director General de Recursos Forestales en la Secretaría de Agricultura,
Ganadería y Pesca de la Nación. Fue Gerente Forestal de la Corporación Forestal
Neuquina. Se desempeñó en la Secretaría de Ambiente de la Nación desde su
creación en 1992, habiendo ocupado los cargos de: Director de Recursos
Forestales Nativos; Director Nacional de Desarrollo Sustentable y Director
Nacional de Biodiversidad. Ocupó el cargo de Secretario de Ambiente y
Desarrollo Sustentable de la Nación. Fue docente de la Universidad Nacional de
Lomas de Zamora, la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad Argentina
de la Empresa y la Universidad de Buenos Aires.
Fue editor responsable de La (Re) Verde. Ha dictado conferencias y
talleres tanto en el país como en el extranjero.
[2]
Dictadura cívico-militar (1976-1983): Bajo José Alfredo Martínez de Hoz,
se promovieron la apertura económica, la desregulación financiera y la
privatización, lo que favoreció a grandes capitales, pero generó vulnerabilidad
para la mayoría de la población. La represión militar y las políticas
neoliberales dejaron uno de los períodos más oscuros y desiguales de la
historia reciente de Argentina. Carlos Menem (1989-1999): Con Domingo
Cavallo como ministro de Economía, se privatizaron empresas estatales, se flexibilizaron
leyes laborales y se implementó la convertibilidad monetaria (1 peso = 1
dólar). Aunque inicialmente trajo estabilidad, el endeudamiento y la
desindustrialización desembocaron en la crisis del 2001. Fernando de la Rúa
(1999-2001): Pese a prometer un cambio de rumbo, continuó con ajustes
neoliberales que agravaron la crisis económica, política y social, culminando
en su renuncia en 2001. Mauricio Macri (2015-2019): Macri impulsó la
apertura económica, la reducción de subsidios y sobre el final de su mandato
fue responsable de un colosal endeudamiento con el FMI. Estas políticas
resultaron en recesión, inflación, pobreza y un nuevo colapso económico.
[3] Kuttner, R. (1997). Everything for Sale: The Virtues and Limits of Markets. Chicago: Chicago University Press.
[4] La Biblia de la libre competencia de Stuart Chase
[5]
Magdoff, F. (2012).
“Armonía y civilización ecológica”. En Monthly Review, junio. La traducción es de Carlos Valmaseda. Disponible en:
http://www.mientrastanto.org/boletin-110/ensayo/armonia-y-civilizacion-ecologica
[6] https://carlosa-ecovida.blogspot.com/2010/02/lipietz-alain-la-ecologia-remedio-la.html
[7]
Puche Vergara, F. (2008). “El crepúsculo del capitalismo”, documento
electrónico: https://rebelion.org/el-crepusculo-del-capitalismo/
[8] Laszlo, E. (2010). You Can Change the World: The Global Citizen’s Handbook for Living on Planet Earth. New York: SelectBooks.
[9]
Riechmann, J. (2013). “La crítica ecosocialista al capitalismo”, documento
electrónico: http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1997-40432013000300008
[10] Bresser-Pereira, L.C. (2014). La nueva teoría desarrollista: una síntesis. Editora 34, documento electrónico: https://www.elsevier.es/es-revista-economia-unam-115-articulo-la-nueva-teoria-desarrollista-una-S1665952X17300038
[11]
Machado Araóz, H. (2015). Ecología política de los regímenes extractivistas. De
reconfiguraciones imperiales y re-existencias decoloniales en nuestra América.
Bajo el Volcán, 15(23), 11-51.
[12]
Castoriadis, C. (2008). Ventana al caos, FCE Argentina, Buenos Aires, p.
92.

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