En Argentina queda terminantemente prohibido el término cambio climático y otros más…
Carlos Merenson
Al calor de conocimientos aportados por diferentes disciplinas
científicas como, entre otras, la ecología, la termodinámica y la economía ecológica,
se viene desarrollando un lento pero indetenible proceso de ecologización
del pensamiento al que Edward Morin describe como un cambio radical en la
manera en que los seres humanos comprenden y se relacionan con el mundo natural,[1]
basado en una comprensión profunda de la interconexión y la interdependencia de
todos los seres vivos y los sistemas naturales que hacen posible la vida en la
Tierra. Este proceso representa una transición desde una perspectiva
reduccionista y fragmentada hacia una visión integradora y compleja. Una
transición fundamental para identificar las causas y enfrentar las
consecuencias de las globalizadas crisis ecosociales que hoy amenazan la
supervivencia.
Sin embargo, las élites del poder -principales beneficiarias del
actual estado de cosas- más preocupadas por la riqueza y el poder que por las
personas y el planeta, no solo intentan detener esta transición, sino que pretenden
resucitar el Sueño Americano o la insostenible sociedad de consumo para
retrotraernos a épocas en las que la naturaleza era conceptuada como
inexhausta, como algo que no se agota ni se acaba, como infinita.
Si bien las diferentes vertientes del productivismo -directa o
indirectamente- contribuyen a estos intentos, es en el caso del
anarcocapitalismo donde la cuestión se asume como batalla cultural. Una guerra contra
la que consideran la agenda del marxismo cultural, con sus inventos, fraudes y
mentiras socialistas que atentan contra la propiedad privada y el crecimiento
económico. Es a partir de lo anterior que se han propuesto llevar adelante un
anacrónico proceso de desecologización del pensamiento.
Un claro ejemplo lo tenemos con el gobierno del presidente Milei
-la primera y única experiencia del anarcocapitalismo en el poder- que ha
comenzado a transitar desde el incendiario discurso a la acción antiecologista,
acción cuyos primeros síntomas se advierten con prohibiciones y censuras
propias de regímenes autoritarios, paradójicamente tan alejados de las
pretensiones libertarias que se declaman.
Es así como hoy vemos que APINTA ha denunciado la censura sobre
la divulgación de conceptos relacionados a los ejes del Plan Estratégico
Institucional 2015-2030, entre otros: "cambio climático",
"sustentabilidad", "agroecología", "género",
"biodiversidad" y "huella de carbono". Esta arbitraria medida
adoptada por la directiva del INTA, el cajoneo de proyectos relacionados con la
agenda 2030 en el INTI (agenda socialista 2030 para Milei), o el
reemplazo del término "cambio climático" por "impacto
climático" en la Secretaría de Turismo, Deportes y Ambiente, responden al
negacionismo ambiental que caracteriza al ideario anarcocapitalista.
Este enfermizo temor a conceptos, palabras y símbolos no debe
pasar inadvertido y frente a ello no cabe el silencio. Se ha hecho presente
bajo regímenes de muy diferente signo y en algunos casos fueron los primeros
síntomas que desembocaron en las páginas más negras en la historia humana.
Prohibir o censurar el uso de palabras que no dejan espacio a
interpretaciones subjetivas, no puede evitar que un hecho verídico deje de
serlo. En el mundo tal cual es, ya no queda espacio ni tiempo para dudar o,
peor aún, negar la existencia de crisis ambientales. Este verdadero anacronismo
y no el enfermizo temor a los fantasmas del colectivismo es el que realmente nos
condena a la decadencia.
[1]
Morin, E. (1996). El pensamiento ecologizado.
Gazeta de Antropología. Morin, E. (1996). “El Pensamiento Ecologizado”, documento
electrónico:
https://digibug.ugr.es/bitstream/handle/10481/13582/G12_01Edgar_Morin.pdf?sequence=10&isAllowed=y

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